Ante la renuncia de Omar De Felippe, el «Fortín» busca reemplazo en medio del clima eleccionario: el nombre del «Virrey» es el anhelo de todos los hinchas: el DT descansa en París, desde el club apuntan a moverle los sentimientos
Carlos Bianchi monitoreó desde París uno de los días más convulsionados de Vélez en los últimos tiempos. El «Fortín» perdió anoche 2-0 ante Unión, su director técnico Omar De Felippe decidió renunciar luego de que un hincha lo escupiera y Raúl Gámez, el presidente que impulsó la era más gloriosa de la historia del club, confesó que, de no faltar cinco días para las elecciones, hubiera renunciado. Marcelo Gómez, aquel volante de la era dorada, oficiará como entrenador interino; sin embargo, los tres aspirantes a la presidencia (Bernardo Bertelloni por el oficialismo, Sergio Rapisarda y Lalo Rado, por la oposición) observan la necesidad de contar con un DT efectivo para encarar la cuesta que presenta la tabla de promiedos (se ubica a apenas dos escalones de las cuatro plazas de descenso). E inevitablemente aparece él, Bianchi, el conductor del despegue futbolístico de la institución.
Con Bianchi, Vélez obtuvo tres títulos nacionales (Clausura 1993, Apertura 1995 y Clausura 1996) además de tres internacionales (Copa Libertadores 1994, Copa Intercontinental 1994 e Interamericana 1996). Desde Liniers partió a la Roma; luego se mudó a Boca para encarar otra etapa de éxitos en continuado. Sin embargo, dejó una promesa en el viento que los hinchas del Fortín atesoran en este trance en el que el club sufre riesgo de bajar de categoría, algo que no sucede desde 1943, cuando disputó su última temporada en la vieja Primera B. «Voy a volver en caso de que Vélez corra peligro de descender», había asegurado. En consecuencia, ninguno de los tres candidatos, ante el panorama, dejará de levantar el teléfono para hacer la pregunta clave.
Ahora bien, ¿aceptará Bianchi regresar al club que lo vio irrumpir en Primera en 1967, al que empujó con sus goles a su primera vuelta olímpica en 1968, al que encumbró desde el banco de suplentes? El «Virrey no dirige desde 2014, cuando dejó Boca tras una última etapa en la que sólo cosechó tempestades. A los 68 años, la edad es una barrera que puede lucir infranqueable. El año pasado, consultado sobre sus chances de volver a la acción, había declarado: «Me llamó una persona de 45 años y me preguntó ‘Carlos, ¿va a seguir trabajando?’. Yo le repregunté: ‘Usted qué va a hacer a los 67 (años)?’. ‘Yo estaré jubilado’, me respondió». Toda una definición. Es que hoy se dedica a «disfrutar», tal como él mismo describe. Acompaña a sus hijos y a sus nietos, le hace compañía a su esposa Margarita, quien hace unos años superó un mal momento en cuanto a la salud. El panorama no luce propicio para que el director técnico vuelva a «despertarse de la siesta», un concepto que acuñó antes de su última experiencia en el «Xeneize».
«Su momento para volver era cuando fue a Boca, en su última experiencia», asegura alguien que lo conoce en profundidad y que apuesta que ya no se volverá a poner el buzo de entrenador. En Liniers buscarán apelar al corazón, a la urgencia, a ilustrarle el envión anímico que significaría que los hinchas y hasta el plantel vuelvan a ver su figura recorriendo la Ciudad Deportiva. Claro, también existe plan B. O tres planes. El único nombre en el que las agrupaciones políticas coinciden es Bianchi. De confirmarse la negativa, cada aspirante al sillón del Amalfitani jugará su carta. Sebastián Méndez, otro hijo pródigo, es uno de los nombres en danza. También Omar Asad, hoy a cargo de Estudiantes de San Luis. Sin ligazón emocional, surge Gabriel Heinze, el cerebro detrás del ascenso de Argentinos a Primera. Todos asoman la cabeza detrás de la figura magnánima, del sueño de los hinchas, ¿posible?