Ambos asesinatos siguieron metodologías idénticas y trabajaban para la misma empresa de radiotaxi. Fueron convocados por WhatsApp, un pasajero los llevó a la zona sur y cuando llegaron a destino les dispararon a quemarropa, no tocaron sus pertenencias y dejaron una zapatilla en el lugar, como mensaje mafioso.
[Patricia y Pullaro compiten por la bukelización de la seguridad]
Para sumar al estado de consternación, los casquillos de las balas que se usaron en los dos crímenes tenían el sello de la Policía de Santa Fe, municiones que solo se pueden adquirir en Jefatura por agentes de la fuerza.
Los taxistas prestaban servicios para la empresa de Fernando Lange. Su nombre quedó salpicado por el resonante asesinato de un jefe narco acribillado en un lujoso chalet de la zona norte rosarina por un grupo comando. El hijo de Lange aparecía como inquilino en el contrato de la casa donde Pimpi Sandoval cursaba la prisión preventiva.
Esta nueva escalada narco se da luego de que el ministro de Seguridad provincial, Pablo Cococcioni haya publicado fotos de requisas a presos peligrosos alojados en pabellones de máxima seguridad al estilo del salvadoreño Bukele, con torsos desnudos, sentados en el piso y formados en hileras y la frase «cada vez la van a pasar peor».
A su vez, esas imágenes fue la respuesta del gobierno santafesino a los ataques a tiros dos colectivos que trasladaban personal penitenciario, un encadenamiento de violencia en un contexto donde bajaron significativamente la cantidad de homicidios en los tres primeros meses de gestión pero ahora, los narcos parecen haber cambiado el modus operandi por crímenes de alto impacto en la opinión pública. Es el segundo día consecutivo que la ciudad se queda sin el servicio de taxis por estas muertes.
En consecuencia, se abre el interrogante si las bandas mafiosas abrieron una nueva era delictiva en Rosario con acciones narcoterroristas que generen mayor zozobra y el temor de que a cualquiera, en cualquier circunstancia, le puede tocar la bolilla.