Las obligaciones hay que honrarlas, es una regla de oro que hace a la integridad de las personas y de las instituciones. Para el Estado -en cualquiera de sus niveles- es un principio de observancia indiscutible, que no obstante algunos administradores circunstanciales se animan a desafiar. En resumen, enfocado en las cuestiones económicas esa máxima se ajusta plenamente al dicho popular: las deudas hay que pagarlas. Ahora bien, ¿el Estado argentino ha sido fiel y consecuente con esa directriz? En otras palabras, ¿cumple con las obligaciones?
Hay suficientes antecedentes que demuestran que el Estado se ha salteado responsabilidades que fueron asumidas expresamente y otras que son inherentes al rol que le corresponde. No se trata de un hecho histórico sino de una conducta sostenida en el tiempo que le da estricta actualidad. Una suerte de incumplimiento continuo que se va modificando conforme se suceden los administradores de la cosa pública. Es decir, los gobiernos que manejan el Estado.
Por ejemplo el actual gobierno (encabezado por Javier Gerardo Milei) está enfocado en pagar deudas a los acreedores extranjeros, Fondo Monetario, bonistas privados, bancos y organizaciones multilaterales de crédito. También a operadores del entramado financiero domésticos que se vuelven con ese juego especulativo en acreedores del Estado nacional.
El presidente Milei entiende que hay una obligación indiscutible con ese sector. Y ciertamente es así, tiene esa condición, sin embargo el carácter indiscutible no supone prioritario o exclusivo. Existen otras obligaciones que también merecen igual o mayor atención.
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