El papa Francisco, convaleciente tras haber sufrido problemas de salud, reapareció ayer en persona ante los fieles en la plaza San Pedro del Vaticano, al final de la misa del jubileo, dedicada a los enfermos.
«Buen domingo a todos, muchas gracias», dijo a los fieles, para después recorrer parte de la plaza impartiendo bendiciones.
Después una mujer leyó un mensaje en su nombre, en el que saluda «con afecto» a todos los que han participado en la misa del jubileo de los enfermos, y agradeció «de corazón» las oraciones por su salud.
Francisco, que prosigue en recuperación, llamó a no apartar de la sociedad a quienes padecen la enfermedad.
«Afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos», alegó en una homilía leída en su nombre en esa misa.
«Queridos hermanos y hermanas enfermos, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo», confesó el Sumo Pontífice
En esa línea, agregó: «No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir».
La homilía fue leída por el arzobispo Rino Fisichella durante una misa que congregó a unas 20.000 personas, entre pacientes, voluntarios y sanitarios que peregrinaron a Roma para cruzar la «puerta santa» para conmemorar el jubileo.
«Hermanos y hermanas, a pocos metros de aquí el papa Francisco, en su habitación en Santa Marta, nos sigue de cerca y participa, como muchos enfermos y personas débiles, en esta santa eucaristía por televisión», dijo el prelado, suscitando el aplauso de los fieles presentes en la plaza.
La delicada situación de Bergoglio había hecho que esta cita, dedicada a los enfermos de todo el mundo, fuera especialmente esperada.