el naufragio que le salvó la vida y el recuerdo de Borges



El papa Francisco escribió su autobiografía durante seis años y “Esperanza” es la primera parte, que relata su infancia y adolescencia. Desde mañana estará en venta en Italia y después en otros 80 países. Allí cuenta que su padre, Mario, y su abuelo tuvieron que devolver los pasajes para embarcarse el 11 de octubre de 1927 en el puerto de Génova en la nave que iba a Buenos Aires porque no habían logrado ubicar todas sus pertenencias y debieron postergar su partida.

Fue providencial. La nave se hundió como le ocurrió al Titanic en 1912. ”Por eso estoy ahora aquí”, comenta Jorge Bergoglio. Y agrega: «No se imaginan la de veces que he agradecido a la Divina Providencia”. El Papa escribió “Esperanza” (Plaza y Janes) con la colaboración del periodista italiano Carlo Musso.

Algunos diarios italianos publican partes de la autobiografía, que abarca hasta la adolescencia. Interesante su recuerdo del gran escritor argentino Jorge Luis Borges. “A los 23 años años me convertí en enseñante de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Dicté un curso de escritura y se me ocurrió enviarle a través de su secretaria, que había sido mi profesora de piano, dos trabajos escritos por los muchachos. Parecía más joven que mi edad y por eso los estudiantes me llamaban “Carucha”. Borges era ya uno de los más celebrados autores del Novecientos. Se hizo leer los artículos porque era ya prácticamente ciego y le gustaron”.

El Papa cuenta que “lo invité a dar algunas lecciones sobre el tema de los gauchos en la literatura y aceptó. A 66 años subió a un pullman en Buenos Aires y viajó ocho horas de noche para llegar a Santa Fe. Cuando llegué al hotel donde se alojaba , me preguntó si podía ayudarlo a afeitarse. Era un agnóstico que cada noche recitaba el Padre Nuestro porque se lo había prometido a la madre y murió confortado por religiosos”.

“No puede que ser un hombre de espiritualidad el que escribe palabras como: ‘Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban en el desierto y se reconocieron, porque ambos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en tierra accedieron un fuego y comieron. Callaban como hace la gente cansada cuando declina el día. En el cielo despuntaba alguna estrella que no había recibido aún su nombre. A la luz de las llamas Caín notó sobre la frente de Abel el signo de la piedra y dejando caer el pan que estaba por llevar a la boca pidió que le fuera perdonado su delito. Abel respondió: “¿Tú me has matado o yo te he asesinado? No recuerdo más, estamos aquí, juntos como antes. Abel respondió: “¿Tu me has matado y yo te he matado? No recuerdo más, estamos aquí para olvidar y perdonar. También yo trataré de perdonar…”

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