El mito del «hombre fuerte» en el laberinto de Gaza


La ofensiva del gobierno de Benjamín Netanyahu sobre la ciudad de Gaza y demolerla encadena una serie de efectos, todos graves, también para Israel. Fulmina la chance de una salida diplomática a esta crisis, que no consiste excluyentemente en negociaciones con Hamas.

Están ahí los países árabes pro occidentales, enemigos de esa organización y de su padrino Irán, que plantean una salida multinacional para la guerra. En cambio, este paso promete una extensión imprevisible de la guerra al cancelarse cualquier otra salida. Estrategia sobre la que hay dudas de que sirva, como se proclama, para destruir lo que resta de la banda terrorista o liberar a los rehenes en manos de la organización.

La nueva ofensiva, en cambio, multiplicará la protesta interna por el repudio de la mayoría de la población israelí a la salida militar, cuestionada incluso por miembros de la comunidad judía de Nueva York, según un sondeo de The New York Times/Siena a comienzos de setiembre.

Posición crítica que manifiestan importantes rabinos y líderes comunitarios como Avraham Burg, ex presidente del Parlamento israelí y de la Organización Sionista Mundial, que junto a otras 30 personalidades, reclamó «con vergüenza, rabia y agonía» cesar el conflicto en una potente carta que consignó recientemente Rodolfo Terragno en estas páginas.

Otro efecto esperable de la ofensiva cargada de imágenes de espanto y con el trasfondo del bombardeo al aliado norteamericano e israelí de Qatar, escalará además el efecto el próximo lunes de la decisión de capitales clave de Europa y del Norte Mundial, Francia, Canadá, Australia, Bélgica y Gran Bretaña, de reconocer el Estado Palestino. Es un paso simbólico, pero que eleva a nivel de país las relaciones diplomáticas con la Autoridad Palestina.

La Unión Europea es el principal socio comercial de Israel, pero ya anunció que revisara los beneficios arancelarios en el intercambio, un costo significativo para el gobierno de Netanyahu. Este panorama añade el aplastante voto a favor, 142 a 10, el viernes en la Asamblea de Naciones Unidas de una resolución que llama a que se den “pasos tangibles, temporales e irreversibles” hacia la Solución de Dos Estados entre Israel y los palestinos.

Propuesta de los árabes aliados

Esa declaración de siete páginas es resultado de una conferencia internacional en la ONU en julio, organizada por Arabia Saudita y Francia. El documento condenó el con dureza el sangriento ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 en el Sur de Israel, distinguiendo la cuestión palestina de esa banda terrorista que niega el derecho de existir de Israel.

Pero el gobierno de Netanyahu afirmó que la votación consuma un apoyo al grupo ulraislámico pro iraní que vería de este modo un triunfo de la mano de aquella barbarie de hace dos años.

La carretera de Rashid, el camino costero al oeste de la Ciudad de Gaza. Foto Xinhua

Hay en esa resolución, votada a favor por una legión de los países árabes pro occidentales, un párrafo interesante y pragmático sobre la manera que proponen encarar esta crisis: “En el contexto del fin de la guerra, Hamas debe poner fin a su dominio en Gaza y entregar sus armas a la Autoridad Palestina, con el compromiso y el apoyo internacional, de acuerdo con el objetivo de un Estado palestino soberano e independiente”, dicen.

El apoyo internacional al que aluden refiere a la instalación de una fuerza política multinacional junto con la dirigencia palestina que reconstruya Gaza y brinde un futuro a su población, de modo de eliminar las condiciones que han hecho posible la existencia del grupo terrorista.

Esa solución que podría ser una alternativa sólida en tanto compromete a países de enorme influencia como Arabia Saudita y Egipto, choca con la sinceridad de un puñado de ministros integristas del gabinete israelí que, sin cuidados políticos, afirman abiertamente que Gaza está siendo demolida para anexionarla y expulsar su población. Una intención que amplían a Cisjordania, el otro crucial territorio palestino.

En estas horas justamente una de las personalidades más duras de ese sector, el ministro de Hacienda, Bezalel Smotrich, reveló que Israel y EE.UU. negocian para dividirse la Franja de Gaza. “Tenemos que ver cómo nos repartimos la tierra en porcentajes. La demolición es el primer paso de la renovación de la ciudad, algo que ya hemos hecho, ahora solo necesitamos construir”.

No aclaró el destino de sus dos millones de habitantes, pero ha reaparecido la versión informada inicialmente por el Financial Times y de la cual se ocupó en su momento esta columna, de un plan para entregar 5.000 dólares por cabeza para que la gente abandone su territorio ancestral y subsidios posteriores y por un tiempo en el país que elijan.

Es una idea con pocas probabilidades, pero que encenderá la furia del vecindario árabe con el cual se construyeron puentes, como los acuerdos de Abraham que están ahora en peligro, además por la intención de partir en dos Cisjordania, creando como bantúes para el pueblo palestino.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibe al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la entrada de la Casa Blanca en Washington, D.C., EE. UU., el 7 de abril de 2025. Foto ReutersEl presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibe al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la entrada de la Casa Blanca en Washington, D.C., EE. UU., el 7 de abril de 2025. Foto Reuters

Aun con los padecimiento que sufren los palestinos no muestran intenciones de marcharse. Han estado ahí por siglos. Sin necesariamente ir a la dimensión de los pueblos originarios, alcanza con las seis centurias del Califato Otomano, cuya provincia Palestina fue la que acabó bajo protectorado británico hasta la partición en 1947 entre un futuro Estado judío y otro palestino, que nunca nació también por una gran culpa árabe.

Lo cierto es que el tipo de planteos de los integristas, que por lo menos dejan en claro la razón de la guerra prolongada y la metodología aplicada (costó 200 mil bajas entre muertos y heridos, según el ex jefe del Estado Mayor de las FF.AA. israelíes, Herzi Halevi, en diálogo con el Yedioth Ahronoth y la destrucción de la casi totalidad de sus edificios) consolidan una arquitectura del poder sostenida en la idea del “hombre fuerte”.

Es la noción de Hobbes que afirma en el Leviatán que el ser humano es inherentemente egoísta y sin algún control, la vida sería una “guerra de todos contra todos donde prevalecería el más fuerte por su capacidad de dominar y someter a los demás”. El estado de naturaleza. Una visión que promueve el presidente Donald Trump muchas veces al reivindicar los derechos del músculo sobre la legalidad, como le reclamó a Ucrania para que ceda frente a la más poderosa Rusia, sencillamente debido a esa condición superior de su enemigo.

Poder y grietas

Esa lógica explica que el líder republicano invada con la Guardia Nacional a los Estados gobernados por la oposición, abusando de su posición dominante. O muestra la misma conducta con la flota en el mar Caribe, o últimamente con la ofensiva sobre sus críticos incluso mediáticos a quienes culpa del brutal asesinato del trumpista Charlie Kirk, amplificando la grieta que divide el país. Su polémica política arancelaria de imposición hasta extremos como el de India o Brasil, se alimenta de esa perspectiva de duros y blandos.

El influyente Marco Rubio, quien es a la vez jefe de la diplomacia de su país y responsable de la Asesoría de Seguridad Nacional, dimensiones que necesariamente van separadas, parece entender de aquel modo el poder al quitar relevancia al bombardeo israelí contra Qatar, un aliado de Washington, pero resistido por los halcones. “Lo que pasó, pasó”, dijo en Jerusalén donde ratificó el apoyo norteamericano a Netanyahu al tiempo que descartó una salida diplomática en la guerra, lejos del pensamiento de sus socios árabes.

El republicano George Shultz, quien fue canciller durante el gobierno de Ronald Reagan, el mandatario cuyo enorme cuadro adorna el Salón Oval de Trump, solía comparar la diplomacia con un jardín al que se debe regar a diario y arrancar las malas hierbas. Quizá le convenga a Rubio repasar la historia.

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