El ilustrador que trabaja codo a codo con reconocidos directores de cine


«En las afueras de Madrid, el estudio de Pablo Buratti es una mezcla entre taller de creación y refugio personal. Las paredes están cubiertas de estanterías con cómics y libros de cine, pero también de carteles de películas e ilustraciones. En la zona de trabajo, un iPad convive con bocetos a lápiz y rotuladores de storyboards, pero también de ilustración comercial y proyectos personales, mientras que, al fondo, una terraza equipada con barbacoa (parrilla) apunta a sus raíces argentinas». Así comienza la entrevista que salió publicada en la revista El País Semanal, el 15 de enero último en España.
El entrevistado es un correntino que lleva más de 20 años de residencia en España, donde se dedica a la confección de storyboards para cine, a la publicidad y a la ilustración. Pablo Buratti es hijo de Carlos Buratti, periodista y escritor, de larga trayectoria en Corrientes. A diferencia de sus padres, desde muy joven decidió emprender suerte en el Viejo mundo, donde podía desarrollar aquello para lo que se formó.
Hasta tercer año cursó el nivel secundario en la Escuela de Educación Técnica (E.E.T.) «Juana Manso», y luego en el Instituto «Jean Piaget». El 5º se dividió en su formación entre Corrientes y Canadá a través del intercambio estudiantil que promueve la América Field Service (ASF). Luego vivió seis meses en Estados Unidos y retornó a su provincia natal donde estudió la carrera de Diseño Gráfico, para luego instalarse en la Ciudad de Buenos Aires y cursar Cine gracias a una beca otorgada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (Incaa) a cada provincia. En 2001, recién recibido, decidió viajar a España donde su especialización ofrecía un campo en su área. Y desde entonces no ha parado de producir, dibujar y viajar.
Y en ese viaje profesional de la ilustración, trabajó como artista de storyboard en nueve películas del director Pedro Almodóvar, además con Juan Antonio Bayona, Isabel Coixet, Alejandro Amenábar, Alex de la Iglesia y Terry Gilliam, entre otros.
También es dibujante publicitario y dicta cursos online y presenciales, además de haber publicado en España un libro sobre su labor junto al gran director español Storyboarding Almodóvar. 
Por estos días, tres de sus trabajos de ilustración cinematográfica integran la exposición «A Kind of Language» (Una forma de lenguaje) integrada por las creaciones de 60 artistas en la que se exhibe todo el material de películas. La muestra, organizada por la Fundación Prada, se encuentra expuesta en la Galería Vittorio Emanuele II en la Plaza del Duomo de Milá. La misma que para fin de año se llevará para su exhibición en la ciudad de Shanghái (China).

PROFESIONAL DESTACADO
Según la entrevista en la revista dominical española, Buratti ha logrado convertirse en una estrella dedicándose a un negociado tan anónimo como la confección de storyboards para cine. Buratti es uno de los artistas de storyboard más destacados de la industria cinematográfica española.
 «El dibujo siempre ha sido mi forma de organizar el mundo», dice. Una pasión que lo ha llevado a colaborar con algunos de los nombres más importantes del cine, pero su manera de hablar de su oficio sigue siendo casi íntima, como si cada proyecto fuera una conversación privada entre él y las imágenes.
«Aquí el storyboard no suele hacerse por completo antes del rodaje. Es más bien un proceso en paralelo, que avanza y se adapta a lo que ocurre durante la filmación», explica. 
Cada dibujo que traza está pensado para resolver necesidades concretas: un movimiento de cámara, una escena de acción compleja, una atmósfera difícil de explicar solo con palabras. Pero, para Buratti, esto no lo limita. Al contrario, lo ve como una oportunidad para dialogar con los directores y otros departamentos, añadiendo capas de significado visual a las historias.
Uno de esos diálogos más fructíferos ha sido con Pedro Almodóvar, con quien ha trabajado en proyectos tan icónicos como Dolor y gloria o La piel que habito. «Con Pedro, no solo dibujas, participas. Te lleva a los ensayos, a las localizaciones, incluso al rodaje. Quiere que vivas la película con él, que entiendas su lenguaje visual antes de empezar a trabajar». 
«La exigencia no está en el detalle técnico de los planos, sino en captar la esencia de lo que la escena necesita transmitir. Hay directores que te dan instrucciones claras, pero Pedro quiere que intérpretes. Es un proceso muy enriquecedor porque te obliga a mirar más allá de lo evidente».
Cuenta en la entrevista que trabajar con Almodóvar no solo le ha permitido perfeccionar su técnica, sino también abrir puertas a otros proyectos y publicaciones. Uno de los más significativos fue la recopilación de storyboards que realizó para el cineasta manchego (oriundo de La Mancha), un libro que desvela una parte normalmente invisible del proceso creativo. «El storyboard es una herramienta de trabajo, pero también tiene una belleza propia. Poder mostrar eso, cómo se construyen las películas desde lo visual, fue algo muy especial», comenta.
 «Siempre me fascinó la capacidad del cine para contar historias visualmente. Y el dibujo fue mi primer lenguaje. Unir las dos cosas era algo natural para mí», recuerda. Cuando llegó a España encontró un panorama muy diferente, pero también la oportunidad de colaborar con directores que compartían su visión del storyboard como una pieza esencial en la narrativa cinematográfica.
La evolución de su técnica es otro aspecto clave de su trabajo. Aunque comenzó dibujando a mano, el cambio a lo digital fue algo natural. «La última película que hice completamente a mano fue La piel que habito. Después, el iPad se convirtió en mi herramienta principal. No solo por la rapidez, sino porque me permite experimentar más y adaptarme a los cambios del rodaje», explica. A pesar de las ventajas tecnológicas, su enfoque sigue siendo artesanal. «El iPad no cambia lo esencial. Es solo una herramienta. Lo importante es cómo usas esa herramienta para contar la historia».
El cómic ha sido otra gran influencia en su trabajo, no solo como forma de arte, sino como una escuela para aprender a narrar visualmente. «El cómic te enseña a pensar en secuencias, en cómo un plano lleva al siguiente. Esa lógica narrativa está siempre presente en lo que hago, aunque el medio sea diferente». En su estudio, entre títulos de Moebius y Frank Miller, hay una clara reverencia por este lenguaje, que considera una inspiración constante.
Pablo Buratti reconoce que el ritmo del cine puede ser agotador. Entre plazos ajustados y jornadas intensas, encontrar tiempo para desconectar es esencial. En su terraza, con vistas que se abren hacia el horizonte madrileño, prepara asados donde, más que hablar de trabajo, se dedica a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. «Aquí es donde paro. A veces necesitas ese espacio para volver al dibujo con energía», dice.

CONEXIÓN PROFUNDA
Más allá de los proyectos cinematográficos, también dedica tiempo a ilustraciones personales y experimentos gráficos que nunca llegan al público. «Dibujar es mi manera de pensar, de entender el mundo. No podría dejarlo, aunque quisiera». Es esta conexión profunda con el dibujo lo que da a su trabajo un carácter tan distintivo, una sensación de que cada línea está cargada de intención.  
Su labor no solo consiste en trazar planos; es un proceso de escucha y reinterpretación. Durante el rodaje, cada ajuste, cada petición, se convierte en un desafío narrativo. «El storyboard es una guía que respira, que cambia, porque el cine mismo cambia». Esta flexibilidad ha sido clave en su relación con los directores, quienes confían en su capacidad para traducir sus visiones en imágenes que guían al resto del equipo.
Pablo Buratti se desmarca de la idea de que el storyboard es un arte menor o meramente funcional. Para él, es una disciplina que encuentra su valor en la colaboración. «No estás dibujando para ti, sino para todos los que hacen la película. El director, el director de fotografía, el equipo de producción. Todos necesitan entender lo que cuentas y emocionarse con ello. Ese es el verdadero reto», explica.
No busca definirse con grandes etiquetas, pero su trabajo habla por sí solo. En cada línea, en cada plano, hay un pedazo de cine esperando a cobrar vida. Para él, todo se reduce a una premisa sencilla que se explica en tres palabras: narrar, emocionar y conectar

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