el estado «llave», donde la inmigración ilegal marca el ritmo


Rubén limpia lentamente su jardín con una pala bajo el sol del último confín del estado de Arizona, justo en la frontera con México. No es su nombre real. Pide disimular su identidad porque tiene miedo a “los federales” y se entiende: este hombre de 65 años vive en la ciudad de Nogales, pegado al inmenso muro de metal que divide a los dos países, y es testigo directo del paso diario de inmigrantes “sin papeles” a los Estados Unidos, el drama que allí se vive todos los días y que es protagonista de la campaña por la Casa Blanca.

Solo unos poquitos metros separan la casa de Rubén de la mole de casi 10 metros, con alambres de púas enroscados para impedir que los inmigrantes trepen. Pero pasan igual, miles por día. “Veo saltar hombres, niños a cada rato, algunos se meten corriendo en mi patio y escapan colina arriba”, dice a Clarín este mexicano, camionero jubilado que tiene residencia estadounidense.

Ruben, en su casa de Nogales, justo frente al muro. Foto: Paula Lugones

“Los federales los persiguen y de noche escucho corridas afuera. Han apuntado con sus linternas al interior de mi casa porque piensan que les doy refugio”, cuenta y confiesa que alguna vez les ha dejado agua y sándwiches en el patio. “Soy humano”, murmura.

La inmigración ilegal se ha convertido en un tema crucial en la campaña electoral para las presidenciales del martes que viene y es uno de los temas que más preocupan a los estadounidenses, junto con la economía. Y Arizona es el único de los distritos “llave”, esos que son clave para definir los comicios, que está en la frontera.

Clarín recorre este estado sureño, de cielos celestes eternos, desiertos pedregosos y cactus inmensos, otra etapa en su gira por los distritos que definirán la carrera por la Casa Blanca, junto con Nevada, Wisconsin, Georgia, Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin.

La mole de casi 10 metros, con alambres de púas para impedir que los inmigrantes trepen. Foto: Paula LugonesLa mole de casi 10 metros, con alambres de púas para impedir que los inmigrantes trepen. Foto: Paula Lugones

Joe Biden ganó en Arizona en 2020 por apenas 10.000 votos, la segunda vez que un demócrata había triunfado allí desde 1940. Pero ahora Donald Trump va cabeza a cabeza con Kamala Harris y el magnate busca sellar su triunfo aquí con su discurso anti-inmigrante y con su creciente influencia en el electorado latino, que en Arizona representa el 33% de la población.

«Tres mil inmigrantes por día cruzan la frontera»

“Pasan unos 3.000 inmigrantes por día en toda la frontera de Arizona”, calcula en su oficina Luis Fernando Parra, abogado especialista de migración en Nogales, la ciudad que está partida por el muro. Llegan mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, hondureños, haitianos, venezolanos y hasta africanos, la mayoría de ellos, dice el letrado, huyendo de la violencia de sus países o en busca de progreso económico.

A muchos los ayudan los “coyotes” o “polleros”, que cobran hasta 10.000 por pasarlos. Ha frenado un poco luego de que meses atrás, en plena campaña electoral, el presidente Joe Biden decidiera limitar el ingreso de asilados. Pero la inmigración ilegal sigue. De hecho, esta corresponsal pudo ver a un grupo, que estaba del lado mexicano del muro, mientras desplegaba una delgada escalera portátil con sogas para trepar justo en ese instante, a plena luz de la tarde.

Como uno de sus grandes temas de campaña, Trump comenzó a fustigar lo que llamó “invasión de criminales”, calificando a los “sin papeles” de asesinos y narcotraficantes y acusándolos de quitar el empleo a los estadounidenses y de llevarse plata del Estado. A pesar de que los números desmienten que ellos cometan más delitos, el mensaje del republicano caló hondo en el electorado y muchos reclaman “mano dura” en la frontera.

Ficha Arizona

Su diatriba anti-inmigrante también cala hondo entre sus seguidores. En un acto de Trump en el Madison Square Garden de New York este domingo, por ejemplo, un comediante describió a Puerto Rico como “una isla de basura en el medio del océano”.

Trump propone custodiar al máximo el borde y abrir deportaciones masivas de indocumentados. Él fue quien construyó ese muro metálico que se ve en Nogales y busca extenderlo a toda la frontera. Además, explica el abogado Parra, “durante su presidencia había una política de frenar cualquier trámite migratorio. Temo que va a pasar de nuevo si vuelve a ganar”.

Luis Fernando Parra, abogado especialista de migración en Nogales. Foto: Paula LugonesLuis Fernando Parra, abogado especialista de migración en Nogales. Foto: Paula Lugones

En la plaza de Nogales, del lado estadounidense, un grupo de líderes comunitarios que asiste a inmigrantes conversa con Clarín, muy cerca del paso fronterizo por donde desfilan largas filas de automóviles por día de un país al otro. Por ese corredor también transitan los sueños y las esperanzas de muchos.

“No estamos viendo si tienen papeles o no. Ayudamos a todos”, dice María Elena Delgado Fraga, directiva del Centro Comunitario Los Nogales, y cuenta que su organización reúne a 11 maestros y más de 500 alumnos que aprenden desde inglés y música hasta capoeira.

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Se trata de Tony Hinchcliffe. Lo dijo durante su discurso en un evento de campaña de Donald Trump en el Madison Square Garden.

Raúl Ambriz, que hace 18 años es ciudadano, desmiente con contundencia que los inmigrantes sean criminales, como asegura Trump. “Son ellos los que hacen los trabajos rudos, los que no quieren hacer los blancos. Si les cierran la puerta, no va a haber quien los haga. Tenemos que hacer algo para que puedan venir a trabajar con permiso”, dice.

Él detesta a Trump: “No es una persona muy honesta. Ha hecho muchos fraudes en diferentes cosas. No se puede confiar en él”. Si bien dice que votará a Harris, señala que no cree que ella pueda solucionar el tema de la migración, algo que no ocurrido en las distintas administraciones. “No creo que tenga la varita mágica”.

Arlene Piña Galindo enseña inglés y capoeira. “No me llena del todo ninguno de los dos candidatos. Pero ya voté por Kamala Harris porque no quiero que llegue Trump a la presidencia. Pero no porque ella realmente me satisfaga”, dice.

A su lado, Lucía Belderrán está indecisa: “Hay miedo a una deportación masiva, lo veo en la comunidad. Pero pasa un presidente, viene otro y otros y dicen lo mismo. Mientras tanto, siguen los mismos problemas. Solo sé que prometen y no cumplen. No me gusta ninguno. El Partido Demócrata es muy abierto en muchas cosas con las que yo no estoy de acuerdo. Pero Trump es muy grosero y tiene esas cosas racistas que no me gustan. La verdad espero poder decidirme a quién votar ese día”.

Miembros del Centro Comunitario Los Nogales. Foto: Paula LugonesMiembros del Centro Comunitario Los Nogales. Foto: Paula Lugones

Cae la tarde en Nogales, una ciudad de unos 20.000 habitantes, donde todo el mundo habla español. Gilberto Bojorques, pastor laico de la Iglesia Presbiteriana de México, es parte de un proyecto de asistencia a inmigrantes a ambos lados de la frontera. Trata todo el tiempo con ellos y dice que es mentira que sean criminales.

“Trump es un especialista en construir un tipo de estereotipo erróneo en relación a los migrantes. Es muy sutil en comunicar esa narrativa para crear un concepto equivocado de lo que es el migrante latino”, señala a Clarín.

“El 99% de los que migran a Estados Unidos son gente trabajadora que vienen para ayudar a sus familias”, afirma, “Son gente buena y que, aunque son indocumentados, trabajan en Estados Unidos y pagan impuestos. Y la gran mayoría de los trabajadores mexicanos hacen los trabajos pesados que no hace el anglosajón”.

Nogales, una ciudad de unos 20.000 habitantes, donde todo el mundo habla español. Foto: Paula LugonesNogales, una ciudad de unos 20.000 habitantes, donde todo el mundo habla español. Foto: Paula Lugones

Bojorques afirma que Harris parece más empática con los inmigrantes. “La gente cree más en ella porque no maneja una narrativa tan agresiva hacia los migrantes. Pero si llega a ser presidenta se va a tener que sujetar a agendas que van más allá de sus deseos”.

El pastor presbiteriano advierte que un creciente número de latinos se está inclinando por Trump. “Hay bastantes mexicanos que dicen que van a votar por él. Yo les pregunto por qué, si él está hablando en contra de los migrantes. La respuesta es que Trump llevó muy bien la economía de Estados Unidos cuando fue presidente”.

Con un 14% del electorado (34,5 millones de personas), los latinos son la primera minoría en EE.UU. Si bien históricamente han optado por votar al partido demócrata (las últimas presidenciales un 60% votó por Biden), esta preferencia viene reduciéndose hace años y un mayor porcentaje ahora se vuelca por Trump, que tiene un mensaje social más conservador y más inclinado hacia los negocios, dos temas que sintonizan bien con este electorado de mayoría católica y que busca progresar.

Según un sondeo de USA Today, el republicano lidera entre los votantes latinos por un margen de 11 puntos, 49% a 38% sobre Harris. Los hombres latinos son más receptivos al mensaje del republicano: un 44% votará por él, mientras que solo un 33% de las latinas elegiría al magnate, según los sondeos.

Tucson

Más lejos de la frontera está Tucson, una ciudad de medio millón de habitantes, donde suelen recalar buena parte de los “sin papeles” que logran pasar la frontera sin ser atrapados. Yolanda, hija de mexicanos y recepcionista de un hotel céntrico explica por qué va a votar por Trump.

“Vengo de una familia de militares. Soy de una familia que al principio era demócrata, pero mi papá nos lavó el cerebro todos estos años con el partido republicano. Trump es el mejor hoy porque tiene negocios multimillonarios y necesitamos mejorar la economía”, dice. “Tengo muchos amigos latinos que votan por Trump. Algunos no quieren discutir de política, pero cuando hablamos veo que muchos lo votan”.

Tony, maestro y sindicalista. Foto:  Paula LugonesTony, maestro y sindicalista. Foto: Paula Lugones

En los alrededores más desfavorecidos, un comedor comunitario de la iglesia católica atiende las necesidades de los “sin techo” y los que apenas tienen para vivir. Con donaciones de la comunidad preparan viandas, reparten alimentos y brindan ropa y hasta duchas a los homeless, mucho de ellos inmigrantes recién llegados.

En ese comedor destartalado donde se preparan paquetes con sándwiches, agua, frutas y galletitas, convive la grieta estadounidense con buena dosis de tolerancia. En un pequeño cuarto de chapa, Tony, líder sindical de maestros y demócrata, corta el jamón. Del otro, Rick, un “trumpista” que luce una remera con la imagen de su ídolo y un par de medias con pelos naranjas como los de Trump, arma los sándwiches con pan lactal y manteca de maní.

“Estoy muy nervioso. Estuve golpeando puertas y tratando de lograr que la mayoría de los demócratas salga a votar. Soy maestro y quiero que la educación pública siga siendo prioridad”, dice Tony el sindicalista. ¿Qué piensa de Trump? “Estoy preocupado”, dice. “Si vuelve otros cuatro años, retrocedemos”.

A su lado Rick se ríe y lanza sin anestesia: “En Arizona tenemos un montón de idiotas, pero creo que aquí ganará Trump y también en el país. Voy a votarlo por muchas razones. La economía es la razón número uno y también porque creo en asegurar la frontera y bajar el crimen”.

Rick, un “trumpista” que luce una remera con la imagen de su ídolo. Foto: Paula LugonesRick, un “trumpista” que luce una remera con la imagen de su ídolo. Foto: Paula Lugones

Laura, que es la que organiza todo en el comedor, es mexicana y aun no puede votar, pero lo haría definitivamente por Harris. “Trump no nos quiere a nosotros los mexicanos y piensa que todos somos delincuentes y criminales, pero no lo somos. Hemos trabajado también para el país. Yo trabajé en un campo en California juntando frutillas. Los impuestos los pagaba y los impuestos se quedaron ahí”.

Phoenix

En la capital del Estado, Phoenix, el paisaje cambia. Hay barrios más acomodados como Scottsdale, flanqueado por montañas rojizas, con tiendas de lujo, campos de golf y restaurantes gourmet.

En un centro de votación anticipada de ese barrio, se ve una cola inmensa de estadounidenses que buscan emitir su voto con tranquilidad antes del martes.

De allí sale German, hijo de españoles, que hace años que vive en la zona: “Trump, espero que Trump”, dice cuando se le pregunta quién cree que va a ganar. “Necesitamos tener a alguien que tenga sentido comercial para poder operar el país. Tenemos un gran déficit. Nuestro ejército está agotado. Necesitamos tener a alguien que pueda levantarse por Estados Unidos y hacer lo que es mejor para nuestro país. Alguien que deje de dar fondos a los países del tercer mundo y todos estos países que al final del día, están recibiendo todos los beneficios de los contribuyentes de Estados Unidos”.

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Arizona es un territorio de fuerte disputa, con el ingrediente clave del voto latino, donde el republicano pisa ahora mucho más fuerte. Hasta aquí llegaron varias veces Harris y Trump con avisos en español: “Qué mala Kamala”, al ritmo de salsa, azuzaba el magnate. “Trump hará deportaciones masivas”, repite la candidata.

Más allá de las promesas, la situación sórdida y dramática en la frontera no cambia porque no ha habido una política migratoria humana y consistente. “Ha fallado Bush, Obama, Trump y también Biden. Todos fallaron, es la verdad”, dice el abogado Parra.

En el jardín de su casa, Rubén mira el frío muro de metal oxidado que se yergue ante sus narices y murmura: “Veo trepar gente desde hace 20 años. Soy mexicano, inmigrante, entiendo a mis hermanos. Pero más allá de quién gane, ya no tengo muchas esperanzas de que este caos se organice”.

Paula Lugones

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