A 34 años de su muerte, el escritor Manuel Puig se reencuentra con los lectores a través de un texto que su momento dejó de lado, «El desencuentro», una obra autobiográfica desempolvada ahora por un equipo de investigadoras de la Universidad Nacional de La Plata donde el autor muestra su pasaje de guionista de cine a escritor de narrativa y planta las bases de lo que posteriormente será su libro «La traición de Rita de Hayworth».«Acá nos encontramos con otro Puig, todavía no es el Manuel Puig leído masivamente ni el que hace enojar a Villegas, ese todavía no está», explica a Télam Lea Hafter, compiladora y prologuista de «Textos tempranos», publicación recén lanzada por Ediciones Bonaerenses que reúne dos textos que pertenecen «a los inicios de esa escritura entre el cine y la literatura», en referencia a la transición que selló el destino del escritor nacido en General Villegas. El primero es «La tajada», un guion de cine escrito en rioplatense, cuyo escenario es Argentina y compone un homenaje al cine de la década del 40. Mientras que el segundo es «El desencuentro», un texto que es parte de los documentos del archivo personal del autor y que surge de la lectura manuscritos, borradores, una tarea titánica que Hafter emprende junto a Florencia Brizuela en el marco del proyecto de investigación «El archivo como política de lectura. Reformulaciones teóricas y metodológicas en América Latina», radicado en la UNLP y dirigido por la doctora en letras Graciela Goldchluk.
«Se tratan de hojas escritas a máquina que Manuel lee e interviene numerosas veces a mano, con distintos colores, para tachar, agregar, mover, reescribir; material que conserva durante más de veinte años y que lleva consigo de un lugar a otro», señala la mujer en el prólogo.
Hafter explica que en esa revisión de las transcripciones «empieza a sonar algo distinto» y resaltó que «es muy interesante ver cómo es su llegada a la literatura porque esto es lo primero que él escribe en términos narrativos». Las investigadoras decidieron publicar lo hallado «con esa forma, en el estado en el que él deja las cosas».
«Este es un primer momento de escritura narrativa, que él luego abandona y nosotras lo retomamos como lo dejó. No es que retomamos solo la letra a máquina, sino la letra a máquina con las anotaciones encima, como si lo estuviéramos pasando en limpio», destaca y agrega que la propuesta fue «que se leyera como lo dejó, porque Manuel no lo destruyó, lo guardó muchísimo tiempo y seguro hay una razón, aunque la desconozcamos».
La decisión es un guiño al lector del escritor que nació en General Villegas en 1932 y murió en México en 1990. Por eso la investigadora precisa que lo que buscaron fue que esos textos «no quedaran solo para la academia» sino masificarlos y «ver qué pasa, qué provoca esta lectura de un camino que siguió la novela que se cortó porque él después agarra otra dirección».
El texto, escrito en 1962, que originalmente contó con cinco capítulos de los que finalmente se conservaron cuatro, será la base para lo que luego se conocerá como la primera novela del autor, «La traición de Rita Hayworth»
«No es que cuente otra cosa, porque el argumento de la novela sigue siendo el mismo, pero el modo en que encara esa escritura, cómo se relaciona con Villegas, con los personajes, es distinto. Elije otra dirección», destaca Hafter.
Así, en un registro autobiográfico, Puig refiere a él mismo como Coco, el apodo con el que era llamado de niño, habla de María Elena Delledonne, Male, su mamá, y de Baldo, su papá, Baldomero Puig, e identifica a varios familiares y conocidos; nombres que como el de Villegas mutarán en el primer libro publicado.
Asiduo escritor de cartas, la investigadora señaló que, en su correspondencia, compilada en los tomos de «Querida familia» (Ed. Entropía), Puig advierte que lo que está escribiendo es distinto a lo que venía produciendo. «Él sabe y lo dice. Es alucinante que una persona tenga conciencia de que se está convirtiendo en escritor porque lo dice en sus cartas. El escribía hasta ese momento otro tipo de género, escribía guiones, subtitulados para el cine, pero esa conciencia de estar escribiendo una novela narrativa es una toma de posición y es genial que podamos verlo», afirma la investigadora.
La académica también marca que en este texto «abandonado» hay un Puig más crudo, más duro, con situaciones sin matizar. «Es un texto que incomoda», dirá en el prólogo.
«Cuando él deja ‘El desencuentro’ también va dejando algo más oscuro», señala a esta agencia Hafter y añade: «Más allá de que ‘La traición…’ es fuertísima, el tono de ‘El desencuentro’ es más denso y va mutando; y también habla mucho más de la madre de lo que va a hablar en Rita porque la va corriendo del centro, suavizando la mirada sobre ella y mezclando con otros personajes que crecen mucho, como el de él, el de Coco/Toto», resalta.
Si bien el libro se propone mostrar los inicios de un autor consagrado, estos capítulos, escritos sin punto aparte, no desestabilizan su obra. Para la investigadora este texto «no es una muestra de secretos porque no hay muchos secretos para guardar, no se devela nada; al contrario, alimenta lo escrito desde otro lugar, hay una potencialidad distinta, hay otro modo de decir que está bueno ponerlo en diálogo con Rita».
La edición digital de «Textos tempraneros» puede descargarse de la página de Ediciones Bonaerenses.
Un fragmento de «El desencuentro»
A continuación se publica un fragmento de primer capítulo de «El desencuentro» llamado «La tía Carmen», también conocido como «Pájaros en la cabeza», título que efectivamente aparece agregado a mano en el encabezado de la primera página.
Este chico otra vez empieza con que se aburre… qué cosa, estos chicos. El mío se sabe entretener pero el Coco es una barbaridad con las cosas que sale a veces. Esa Male le ha dado todos los gustos, pero no en todo lo tiene malcriado porque hay que ver que el chico marcha regio en la escuela y aprende inglés lo más bien. Pero mi hermana tenía el mismo vicio del cine y el chico lo heredó. A Ernesto que le hablen de ir al cine si no es que le gusta la cinta pero como no le atrae ninguna, si no es deportiva, o de basket. Ya quisiera yo tener compañía para el cine, porque hay que ver que si nadie te acompaña o te arrastra al cine una se queda como una tonta y se aplasta entre la costura y que la cena y que el almuerzo. Cuando me descuido ya son las 12 o las 8 de la noche y está esa bendita comida que preparar. Claro que si Male no fuera tan rápida no podría verse su película y después hacerse sus comiditas, yo no sé de dónde saca esa mano para la cocina, porque no repite nunca y con el marido difícil que tiene, que nada le va bien, y mal que mal, algo le come. Yo a Ernesto lo llevé a ver esa película de 4 horas y me volvió con un dolor de cabeza terrible y durante toda la cinta no hacía más que bufar, ¡qué chico! A mí tampoco me gustó tanto como decían. Male y el Coco habían ido la tarde anterior y se vinieron enloquecidos, no hacían más que poner los ojos en blanco y hacer aspaviento, porque en eso el chico le ha salido igual a ella, de agrandar un poco todo.