En el país continente esta elección equivale a las parlamentarias de medio término y funcionan como una gigantesca encuesta y barómetro de las alianzas posibles y el pulso del electorado con vistas a las generales de 2026.
Son 5.569 elecciones en la cuales 165 millones de brasileños deberán elegir entre 463.354 candidatos a intendentes y concejales. Salvo en San Pablo, la cereza de esta torta, una de las urbes más ricas de América Latina y la mayor en número de electores, donde hay una batalla cabeza a cabeza entre los tres candidatos principales, el resto del país se define claramente hacia el centro y la centroderecha. Las encuestas y las propias campañas muestras un giro muy marcado hacia líneas moderadas, donde los postulantes que podrían percibirse como de la antigua izquierda, son hoy en realidad socialdemócratas.
Un par de datos ayudan a precisar ese perfil. De las 15 capitales brasileñas con mayor número de electores, que serán centrales en la disputa, lideran la intención de voto candidatos del MDB, del Partido Social Democrático (PsD) o de União Brasil, todas fuerzas de centro y hacia la derecha. En Rio de Janeiro, por ejemplo, el amplio favorito con más del 70% de los apoyos es el actual alcalde centrista Eduardo Paes, que hizo su campaña con el respaldo directo del presidente Lula da Silva.
Porto Alegre, un antiguo bastión del PT, ahora muestra un avance definitivo de la centroderecha con una diferencia de ocho puntos de la postulante petista. Ora sorpresa es Salvador de Bahía, donde União Brasil camina a una victoria clara. El nordeste, donde antes era nítido el control del PT, ese giro también es marcado. Ese escenario puede beneficiar al bolsonarismo que exhibe candidatos propios o cercanos en 10 de las 26 capitales del país.
Para los analistas no son solo los votantes los que están cambiando, también lo han hecho las fuerzas políticas que al competir por esos espacios deben transformarse. En ese ejercicio el discurso se torna ideológicamente menos fervoroso. El PT es paradigmático de esas mutaciones y lo exhibió en la campaña presidencial de hace dos años, incluso archivando el rojo de sus banderas por otras blancas.
La encuestadora Quaest revisó el escenario nacional, atento precisamente a la nacionalización de estas elecciones del domingo, y determinó que algunos factores regionales de preferencias históricas se mantienen, pero dentro de la nueva oferta de los partidos. El sondeo indicó que presidente cuenta con una aprobación general del 51%, con una caída de 3 puntos respecto a un muestreo previo de julio. La desaprobación alcanza al 45% con un alza de dos puntos.
Esos números cambian en el nordeste donde los respaldos a Lula suben al 70%. Pero caen en el sur donde la desaprobación llega al 53%. Ese espacio territorial es de fuerte influencia del bolsonarismo, que también cuenta en todo el país con un guiño de las iglesias evangélicas más conservadoras y extremadamente influyentes en Brasil.
Los sondeos señalan que el punto de mayor frustración de los electores es el ahorro, o su imposibilidad, un valor de las clases media que integran ese decisorio y amplio espacio de votantes. Es elocuente que la percepción de este problema sobrepasa ampliamente la preocupación por la violencia, la corrupción o las fallas del sistema de salud.
El desafío paulista
Este domingo todos los focos estarán sobre San Pablo, con 11 millones de habitantes y nada menos que 9 millones de electores. Un país virtual no tan pequeño buscando su gobernanza. Es una de las ciudades más ricas de la región con el motor industrial más importante de Latinoamérica. Su Producto Bruto creció a un envidiable nivel de 160 mil millones de dólares el año pasado. Nótese, por comparación, que el total de Argentina, ronda los US$ 600 mil millones.
Ganar aquí es un trampolín hacia cualquier escenario nacional. Por eso, posiblemente, la disputa está muy cerrada y con la novedad de un dirigente ultraderechista antisistema, Pablo Marçal, un empresario millonario de discurso agresivo y millones de seguidores en las redes, que ha logrado convertirse en una sorpresiva alternativa.
Aparece a la par del actual alcalde, Ricardo Nunes, apoyado por el gobernador derechista del distrito, Tarcisio de Freitas, pero con Bolsonaro muy distante, quizá sospechando que no le irán muy bien en las urnas. Del mismo modo el ex presidente se distanció en Río de Janeiro de su postulante, Alexandre Ramagem, que no tiene oportunidad frente a Paes.
Según encuestas coincidentes, las preferencias las encabezaría el filósofo y diputado Guilherme Boulos, un socialdemócrata respaldado por Lula da Silva aunque no es del PT. Marcha apenas por encima del Marçal y con Nunes, un punto abajo. Es un empate de tres, lo que abre la posibilidad de que cualquiera de ellos pase a la segunda vuelta el 27 de octubre o incluso que el comicio acabe este domingo con una sorpresa aun mayor, que es lo que la gente de Marçal asegura que sucederá a tono con la moda de la irrupción de las ultraderechas populistas.
El dato de que el presidente del partido de este polémico candidato apareció vinculado con la mayor mafia narco del país, el Primer Comando de la Capital, y un proceso en el pasado por estafa que lo llevó a la cárcel, ha colocado a Marçal en el blanco de sus rivales como un enviado del crimen organizado.
Más allá de la política y los discursos, la elección esta efectivamente sobrevolada por la presencia no tan sigilosa de estas bandas. La presidente del Tribunal Superior Electoral, Cármen Lúcia, alertó recientemente que “la audacia criminal es grave y hay evidencia de la participación de estas facciones” en el proceso electoral. Otro dato, este más sombrío, sobre la enorme importancia de estas elecciones.