Las medidas adoptadas por la administración de Javier Gerardo Milei en estos once meses de gestión remedan al menemismo, el clima general que de a
poco se va instalando reportan a esa época de desregulación a mansalva y privatizaciones; apertura de importaciones y dólar barato para salir de viaje por el mundo, en una primera etapa por los países de la región -Brasil, Chile, Paraguay- hasta que se afiance el modelo y los vuelos se hagan más largo para llegar al añorado «deme dos». Algo de eso ya está sucediendo del otro lado de las fronteras más próximas, argentinos inundaban los shopping paraguayos y chilenos, lo que se complementará seguramente en el verano con playas brasileñas inundadas de turistas criollos. Es un deja vu de los años ‘90. El negocio financiero otra vez se puso en marcha y está funcionando a buen ritmo con el aterrizaje de capitales especulativos que estaban en el colchón o en alguna cueva y ahora ven la luz para armar y desarmar operaciones en un trámite exprés. Además, se avecina un período de relaciones carnales con los Estados Unidos. Hay demasiadas señales coincidentes que recrean un tiempo que el país ya vivió.
No es solo un retorno, deseado por parte del gobierno libertario, al menemismo, también se configuran escenarios que replican a escala aquella fiesta financiera del macrismo que alfombró el camino al derrumbe.
No son solo retazos de la realidad que tiene encuadre con la película del pasado, es un modelo que tiende a reproducir -con actualizaciones- el sistema del libre mercado, que invariablemente se inicia por lo financiero y con suerte más tarde se vuelca a otras áreas, como la producción. Por ahora la tan esperada reactivación pasa por el negocio financiero, que siempre tiene un componente especulativo.
Por ejemplo, el régimen de regularización de activos -popularmente llamado blanqueo- que comenzó el 14 de agosto, concluyó en su primera etapa el 8 de noviembre y dejó un dato clave: la inyección masiva de dólares en la economía nacional. Gran parte de esas divisas tuvieron como destino las Obligaciones Negociables (ONs), que se erigen como el instrumento favorito de los inversores que buscan rendimientos razonables y con bajo riesgo. Son inversiones a plazo.
La pregunta que se hacen los especialistas es cómo sigue la dinámica de los créditos corporativos y qué analiza el mercado con respecto a este instrumento, que en octubre absorbió más de USD 2.500 millones. Esa cifra supera a todo lo emitido por las empresas en 2023. Así, en 2024, el volumen total de ONs colocadas alcanza los USD 7.500 millones, según estimaciones privadas, una cifra que no se veía desde 2017, cuando gobernaba Mauricio Macri.
El informe que se conoció a principio de esta semana destaca que «los rendimientos de las ONs más líquidas están cerca de los máximos observados en 2017». Aquel período, en la mitad del mandato del gobierno del PRO se caracterizó por un entusiasmo financiero sobre la base del negocio de los bonos y el dólar barato, no había cepo. Esta aventura macrista terminó con un porrazo en 2018.
Con matices ahora está sucediendo lo mismo, consecuencia de los buenos rendimientos que encuentran los inversores. El analista financiero Leandro Monnittola, explicó -en declaraciones al diario Ámbito Financiero- que este «boom» de deuda corporativa encuentra sus bases en el salto de liquidez en dólares que se logró. Una vez abierto el blanqueo de capitales, «las empresas no dejaron pasar la oportunidad y salieron a emitir deuda fuerte», asegura.
La inyección hace aparecer un cuadro de salud que en realidad no es tal, ya sucedió en la Argentina y las secuelas todavía se están pagando.