“El amante de la mano izquierda”, la primera novela del psicoanalista Enrique Parma, revela la historia de un amor desconocido del pintor de la Guerra de la Triple Alianza, Cándido López, a la vez que despliega el relato de la investigación que realizó el autor para encontrar indicios del matrimonio del artista con Adriana Wilson, una uruguaya librepensadora con quien tuvo dos hijas.El libro que publica el sello Vestales es, a la vez, una novela romántica y una policial, en la que el narrador, un alter ego de Parma, se transforma en un detective que busca un acta de bautismo, una anotación en un diario íntimo, un retrato del amor oculto del artista soldado que perdió una mano en la batalla de Curupaytí.
La materia en la que se adentra no le es ajena al autor, ya que Adriana Wilson fue prima de su bisabuelo y los amores que tuvo con López, un secreto familiar bien guardado. “Deberíamos pensar que el pasado reclama una redención de la cual, tal vez, una ínfima parte dependa de nosotros”, dice Walter Benjamin sobre el concepto de historia describiendo la operación que encara el autor para desentrañar su pasado familiar.
«Ciertas respuestas existen mucho antes de las preguntas que en apariencia les dan origen, están flotando por ahí, como los panaderos en un patio», reflexiona el narrador a poco de iniciar la búsqueda de aquella mujer misteriosa de la que le hablaron sus tías. Porque, queda claro, que si bien la novela desde el título mismo enfoca al famoso pintor cronista, la trama está centrada más bien en Adriana y sus dos hijas, Ernestina y Elvira, primeras doctoras en Filosofía del país y militantes feministas.
Parma es médico psiquiatra, psicoanalista y terapeuta de familia. En 1992 recibió una beca del gobierno francés que lo llevó a París, ciudad en la que aún reside y trabaja. A su formación científica suma una vocación humanística: arte, música y literatura. Además de novelista, es poeta. En 2004 ganó el concurso internacional Ciudad de Saló. Reunió sus poemas en el libro “Recolección de superficie”. Desde París el autor conversó con Télam sobre su trabajo para rescatar una relación oculta de un testigo y cronista de la historia nacional.
-Esta historia de un romance de un personaje histórico, que puede resultar tan atractiva para los lectores, tiene para vos, una impronta familiar…
-Sí. Es una historia que yo conozco desde que era muy chico. Adriana Wilson era prima de mi bisabuelo y mis tías contaban de su relación con Cándido López y de la brillantez de sus hijas. Siempre me pareció interesante y curiosa esa historia y pensé en investigarla ya que había ciertas contradicciones.
Me llamaba la atención que Adriana Wilson y el pintor Cándido López fueron los padres de dos de las primeras doctoras en filosofía del país, quienes también fueron de las primeras militantes feministas.
Elegí un epígrafe de Walter Benjamin sobre la redención de la historia ya que traté de saldar una deuda familiar con el libro: transmitir algo que me había sido transmitido. Cumplí mi responsabilidad.
– Pero hablás de contradicciones, y también de censura de este romance…
– Yo sabía donde estaba la tumba de Adriana en el Cementerio Británico pero, al buscar en los libros, ella no era mencionada como esposa de Cándido López ya que solo se mencionaba Emilia Magallanes, la madre de sus ocho hijos. Así que esta historia sufrió una doble censura: por un lado por parte de la familia de Adriana Wilson, que no contaba demasiado de su matrimonio con Cándido López, y, por otro lado, por parte de la familia de López que sólo blanqueó su relación con Emilia Magallanes.– La historia presenta muchos atractivos: misterio, romance, personajes famosos y sucesos de una época bastante visitada por la novela romántica…
-Yo vengo de la poesía y me pareció que el tema era, a la vez, poético y misterioso. La relación de Cándido y Adriana tenía una doble operación de silenciamiento.
-Lo curioso es que a la trama que narra el romance entre Adriana y Cándido se suma otra de tipo policial que tiene que ver con la búsqueda de indicios sobre esa relación…
-Me gustó presentarla como una investigación y que el lector supiese cómo llegaba a cada dato. Al mismo tiempo, la historia entre ellos tiene partes de ficción siempre en una atmósfera verosímil. Quiero decir que, en base a los indicios y a los datos que existen, hago una recreación y me imagino cómo pudieron haber sido las cosas, para llenar las lagunas, para reponer lo que fue censurado.
-Esa trama de la búsqueda de indicios convierte al narrador, tu alter ego, en un detective…
-Decidí que siguiese el derrotero de la investigación. Y me resultó divertido que fuesen apareciendo los hechos nuevos a lo largo de la pesquisa, y que el lector se fuese enterando sobre la marcha y pudiese compartir esa búsqueda.
-¿Cuál es el aporte que hace tu novela a la figura histórica de Cándido López?
– Una nueva mirada. Cándido se alistó en el ejército de la Guerra de la Triple Alianza como soldado y, como sabía escribir, le dieron el cargo de teniente primero. Lo que lo mueve no es tanto el fervor patriótico, sino la frustración porque quería viajar a Europa para perfeccionarse y no pudo hacerlo por razones económicas. En cambio tuvo que instalarse en San Nicolás de los Arroyos y se dedicó a la fotografía, al daguerrotipo. En la historiografía se destaca el fervor patriótico para ensalzar al pintor e idealizarlo, pero en realidad no fue ése el motivo y deberíamos desmitificar a López.
-También el libro busca desmitificar el relato de cómo abandonó a su primera familia, a Adriana y a sus hijas…
-En realidad, sabemos que armó otra familia pero no tenemos claro si abandona a Adriana y a su hija Elvira o si hubo una pelea entre ellos. Sabemos que hubo un conflicto y que él quería pintar la guerra y ella es quién lo ayudó a entrenar a su mano izquierda. Luego él se separa de Adriana y de su hija Elvira y se une a una mujer más tradicional, que es viuda y tiene tierras. Con ella tiene varios hijos. Lo curioso es que o se reencuentra o mantiene su relación con Adriana y tiene una segunda hija con ella que es Ernestina.
-¿Cuál es la influencia que las ideas masónicas tuvieron en ese romance oculto del pintor?
– La masonería y el concepto del secreto y de la libertad de pensamiento influyeron mucho en la vida de Cándido López. Sus maestros eran masones, ya que eran ideas muy frecuentes en el ambiente del arte de la época. Incluso él y Adriana se conocieron porque el padre de ella era masón.
Ese librepensamiento de la masonería se ve en la vida independiente de Adriana que trabajó y fundó una escuela, y en el modo en que crió a sus hijas Elvira y Ernestina, que tuvieron una apertura académica rara para la época.
– A pesar de que busca describir un Cándido López diferente al que la historia del arte canonizó le da importancia a los detalles que abonen ese perfil…
– Elegí un tono respetuoso y, de algún modo, relatar “fenomenológicamente”, es decir, mostrar los hechos sin interpretarlos. Paralelamente, sí fue necesario habitar los blancos e imaginar la vida de Adriana y Cándido juntos y con sus hijas. El que hice fue un trabajo arqueológico que deambuló entre dos registros: lo real y lo que pudo haber sido.
-¿Cuál es la importancia que tiene la imagen en esta narración sobre un pintor?
-La historia parte de lo que uno se va imaginando en base a los indicios. No deja de ser una sucesión de imágenes. Pero además, como Cándido perdió su mano derecha en la guerra, tuvo que educar la izquierda para volver a pintar. Fue en el momento en que estaba con Adriana así que sus obras de esa época son fundamentales para entender la relación.
También es lógico pensar que el pintor que trabajaba con imágenes tiene que haber retratado a su amada. Y esa es la búsqueda que encaro en el libro, el de un retrato de Adriana dentro de la producción de López. Pero también, de todos modos, el cometido de mi escritura es dibujar a Adriana con palabras, narrar ese retrato perdido.
– La pintura no ha sobrevivido, ¿qué otros indicios de la relación de Cándido y Adriana se pueden encontrar?
-Están las actas de bautismo de las hijas de Adriana, que mencionan que son legítimas y dan cuenta de sus padres: Adriana Wilson y Cándido López. Suponemos que pudieron casarse por el rito protestante, por eso son hijas legítimas. Los datos de los padres también constan en los registros del Normal 1, la escuela donde estudió Elvira. Fue una tarea detectivesca encontrar estos documentos, y también hallar los libros que Cándido leía por esa época. Fue un modo de entender lo que pensaba, cómo veía el mundo.