Donald Trump, ley de Presupuesto y el espejito retrovisor


El ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso llamaba utopías regresivas al apasionamiento de ciertos líderes por un pasado que fue o imaginaban de gloria, imposible de ser reconstruido. Donald Trump aplica con exceso a esa condición. No solo cree que EE.UU. debería ser hoy lo que era en la segunda posguerra cuando retenía el 50% del PBI mundial y dominaba medio planeta. Sospecha, además, que la modernidad, la globalización y el liberalismo le arrebataron esos privilegios. Y contraataca con las banderas añejas, del compre nacional, el proteccionismo y la sustitución de importaciones al estilo de Juan Perón en Argentina o Getulio Vargas en Brasil, como lo comparó tiempo atrás la BBC de Londres.

Un factor más significativo es su desprejuicio por estimular un gasto público muy al estilo latinoamericano, que en la campaña había prometido reducir. El voluminoso Presupuesto de 904 páginas, “la ley grande y hermosa”, que triunfó en el Congreso sobre el límite (empate en el Senado y apenas 4 votos a favor en Diputados), evidencia esos comportamientos y el tipo de país que imagina con el espejo retrovisor que observaba con agudeza Cardoso.

La iniciativa ha creado un disgusto entre los propios legisladores oficialistas porque, según la independiente Oficina de Presupuesto del Congreso, añadirá 3,3 billones de dólares (millones de millones) a la gigantesca deuda que acumula la potencia de 36 billones de dólares, lejos del PBI de EE.UU. de 28 billones. Ese agregado, según datos en la prensa norteamericana, supone más que la riqueza combinada de Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y los siguientes 18 sujetos más acaudalados del mundo. “Si gastaras un millón de dólares cada día, duraría más de 9.000 años”, dice filoso The New York Times.

La ley va a tono con el perfil autoritario de este liderazgo de furibundo desprecio por las minorías. El Presupuesto aumenta los fondos para la campaña xenófoba contra los migrantes, que no se limitaría solo a los indocumentados ni a los extranjeros. Trump, al inaugurar un penal de espanto en medio de la jungla de Florida para esos infortunados, afirmó que el siguiente paso es la deportación de estadounidenses que serían colaboracionistas de un ejército invasor. Con cierto tono soviético, coloca en esas oscuridades al funcionariado electo opositor que defiende a los migrantes.

Esas políticas, una curiosidad para un nieto e hijo de inmigrantes y casado con una extranjera, es una moneda con varias caras, según los analistas. Uno de esos rostros exhibe una estructura represiva extraordinaria a manos del ICE, la policía de fronteras que, con agentes enmascarados, secuestra personas en las calles para expulsarlos del país, incluso dividiendo familias. En ese universo se agrega la carga contra las universidades con el argumento del antisemitismo por las marchas de denuncia de la guerra en Gaza. Pero el objetivo final es disciplinar a una academia que está ahí para cuestionar.

Esa condición es complicada para el tipo de gobierno que edifica Trump, que entre otros aspectos busca convertir en certezas lo que suelen ser solo sus deseos. El culto personalista que ha instalado no admite refutaciones.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, gesticula mientras habla durante la inauguración de un centro de detención temporal para migrantes, conocido informalmente como «Alligator Alcatraz», en Ochopee, Florida. Foto Reuters

Por momentos ridículo, ha dicho que desde su llegada al poder el combustible bajó de precio en todo el país. Sucedió exactamente lo contrario. Ocurre igual con su reciente bombardeo a Irán, que sostiene con los tonos exuberantes muy caribeños de sus discursos, que ha sido una operación fantástica, extraordinaria y certera que destruyó todos los recursos nucleares de la potencia persa. Un aserto que no se verifica aún con evidencias.

Las primeras preocupaciones

Como se lo han discutido sus propios espías, ordenó desmantelar los cuadros directivos de los servicios de inteligencia. Del mismo modo que demanda a los estudios de abogados que apelan a la Justicia contra algunas de sus medidas por considerarlas inconstitucionales e incluso a los propios jueces. Un armado de intimidación que apunta en especial a la previsible resistencia que amenaza disparar la enorme trasferencia de ingresos que proyecta este Presupuesto.

La preocupación tiene de dónde alimentarse. El sistema ya ha sufrido réplicas con las protestas en California y, más significativo, con el surgimiento de un outsider candidato a alcalde en Nueva York, Zhoran Mamdani, que discursea contra la explotación y es inmigrante, musulmán y socialista, por si algún detalle faltara en la foto. Lo cierto es que sobran condiciones para que ese fenómeno se repita.

El Presupuesto, la nave insignia de este estilo de poder, incluye un vasto recorte de los impuestos a los sectores de mayores ingresos. Ese hueco se recuperará en parte con la reducción de los programas de salud, en particular Medicaid, que protege a unos 12 millones de estadounidenses que perderían su seguro de salud y golpearía a los hospitales rurales. También se recortarán los bonos de alimentos que utilizan 40 millones de personas de bajos ingresos. Muchos de ellos votantes de Trump, lo que explica la inquietud de los legisladores que perciben que su presidente los lanza a la hoguera.

El presidente Donald Trump, a la derecha, habla durante una conferencia de prensa con Elon Musk en la Oficina Oval de la Casa Blanca, el viernes 30 de mayo de 2025, en Washington. Foto APEl presidente Donald Trump, a la derecha, habla durante una conferencia de prensa con Elon Musk en la Oficina Oval de la Casa Blanca, el viernes 30 de mayo de 2025, en Washington. Foto AP

Otra fuente es la cancelación del financiamiento a las energías limpias, incluyendo los créditos fiscales para proyectos solares, eólicos y autos eléctricos, lo que libera ese mercado a China que ya es dominante. Ahí aparece el sentido de la batalla con el millonario Elon Musk, dueño de Tesla, la mayor empresa occidental de vehículos eléctricos. Pero la furia del magnate sudafricano contra el Presupuesto no debe ser leída solo por lo que lo daña. Expresa a un sector del establishment que ve amenazas en este sendero vetusto para su sistema de acumulación.

El Financial Times, un vocero elocuente del mercado, sintetizó que “el exagerado exceso de política fiscal junto con los ataques a la independencia de la Reserva Federal (ha llamado “imbécil” a su presidente Jerome Powell porque evita reducir las tasas) amenaza con minar la posición de EE.UU. como el refugio seguro para los inversores extranjeros”.

Esa observación es crucial, porque los vacíos del Presupuesto también deben ser llenados con préstamos de los inversionistas, cuando estos mismos inversionistas han comenzado a retirarse. Esa salida nace de una combinación de factores, en especial a partir de la guerra proteccionista arancelaria. El aumento de esos gravámenes reduce las importaciones debido a que se encarecen los insumos, caen los pagos al exterior y el efecto es el recorte de la reinversión de dólares en EE.UU. en áreas como los bonos del gobierno.

No es casual que el dólar registre una caída a niveles sin precedentes. Hay que ir a 1973, después de la ruptura del patrón oro legado de la posguerra, para observar un efecto similar. Esta debilidad del dólar no está beneficiando a las exportaciones o frenando las importaciones, como podría esperarse. La traba es la preocupación por el tema arancelario y la percepción de Powell en la FED sobre que los efectos inflacionarios de esas medidas están por producirse.

Además hay una novedosa huida a la calidad hacia Europa por el inmenso gasto público de defensa que compromete el bloque, no tanto por presión de Washington como presume Trump, sino por la amenaza rusa. Con un mercado estadounidense menos atractivo, el Stoxx 600, uno de los paneles de las acciones europeas, muestra alzas de 15% que, convertidas a dólares, implican un premio de 23%. “EE.UU. parece un mercado emergente donde la incertidumbre política genera primas de riesgo al alza y bajas en el valor de la moneda”, concluye a The New York Times un analista de la universidad de Texas tentado, él también, con las inevitables comparaciones con las pesadillas latinoamericanas.

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