El electorado bonaerense -que representa al 37% del país- encontró en el peronismo un instrumento para que lo defienda. Fue la sociedad la que llevó a Fuerza Patria a resurgir con un triunfo histórico. La primera elección desdoblada en Buenos Aires se convirtió así en un tsunami electoral que sorprendió en especial a los que sobredimensionan la incidencia de los ‘medios concentrados’ y del -tan nombrado últimamente- ‘entorno digital’; también a quienes dejan conducir sus emociones según los intereses de los encuestadores. El desenlace, además, reflejó la inestabilidad y volatilidad estructural -ciclos políticos cortos- que presenta una Argentina híper-endeudada que no acumula reservas con curvas de vencimiento en el horizonte.
Y frente a este combo (a juzgar por los resultados) Axel Kicillof claramente “la vio”. Porque el gobernador, artífice del desdoblamiento contra viento y marea, fue el gran ganador del domingo, aunque por inteligencia política, madurez y manejo de los tiempos haya evitado la tentación de mostrarse -apenas por un rato- como un Guillermo Francella expansivo y sobrador que cancherea tras un triunfo de Racing: “Hermosa mañana, ¿verdad?”
Foto: Edgardo Gómez
En su discurso post victoria, Kicillof evitó cualquier frase que pudiera sonar o ser interpretada como la bravata simpática de Francella. El mandatario provincial, sobre el escenario que había montado entre el hotel Grand Brizo y el Teatro Argentino, en el centro de La Plata, se encargó incluso de agradecer a quienes habían contribuido a la unidad electoral del peronismo. Una labor que, según reconoció desde el micrófono, había permitido “forjar una sola boleta, la de Fuerza Patria, que terminó con una victoria aplastante en toda la provincia de Buenos Aires”. En ese momento nombró y agradeció a quienes consideraba claves por todo ese tejido previo a la inscripción de candidaturas, que había sido difícil y muy tenso: “Gracias Sergio (por Massa). Gracias Cristina, injustamente condenada, que tendría que estar en este escenario”.
Las palabras del gobernador habían generado la expectativa de las grandes ocasiones. En los instantes previos, la locutora que animaba el evento, la también periodista y relatora deportiva Natalia Maderna, saludó a la muchedumbre que se había concentrado sobre la avenida 51: entonces escuchó que desde los primeros metros coreaban “borom bombom/ borom bombom/ es para Axel/ la conducción” y le pidió a la multitud que cantara el cantito cuando Kicillof apareciera sobre el escenario. La consigna sonó en ese momento y dos o tres veces más a lo largo de la noche.
Kicillof ingresó último, cuando ya estaban sus ministros más los intendentes y los principales candidatos de la próxima elección, la del domingo 26 de octubre. Cerca suyo, a izquierda y derecha, se ubicaron dos de sus alfiles: el ministro de Gobierno Carlos Bianco y el titular de la cartera de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque. En un rincón, a resguardo de la transmisión televisiva, se lo veía al sociólogo Ignacio Ramírez, director de un posgrado de Opinión Pública en Flacso. Ramírez es consejero del gobernador para temas de comunicación política.
En el primer tramo de su discurso, Kicillof insistió con una idea que hasta ayer había sido bastante subestimada por actores de la política (incluso entre sus aliados) y del arco mediático. Dijo que el 47% de los bonaerenses habían valorado en las urnas la voluntad de convertir al Estado provincial en “escudo y red” frente a las políticas mileistas.
“Al iniciar esta etapa dijimos que la provincia de Buenos Aires, que el gobierno que encabezamos, iba a funcionar como un escudo y como una red para defender y proteger en la medida de las posibilidades a nuestro pueblo-destacó-. No era una decisión. No era una idea propia. Era un mandato cuidar la salud, la educación, seguir la obra pública, cuidar el trabajo. Con el veredicto de las urnas digo que nos comprometimos y cumplimos”.
Ese contraste de modelos (“escudo” y “red” frente a la “crueldad sistemática”) es la premisa desde la cual se podría construir un -eventual- programa de gobierno para la Nación. Es lo que cree la corriente del peronismo que considera y apoya a Kicillof como la principal figura presidenciable con vistas al turno ejecutivo de 2027. Así lo planteó, por caso, el ministro Bianco, quien este lunes aseguró a la radio AM530 que a las medidas reparatorias llevadas a cabo en PBA habría que agregarle una política macroeconómica que se haga cargo de la deuda y relaciones internacionales pensadas desde una inserción pragmática pero que defienda los intereses nacionales.

Foto: Edgardo Gómez
Kicillof es muy consciente de su centralidad; de que quedó en el centro de la escena y en un rol expectante. El triunfo por 13 puntos tras haber desdoblado la elección le mereció felicitaciones con palabras intensas por parte de otros mandatarios provinciales, con quienes comparte un grupo de WhatsApp bautizado “23 gobernadores + jefe de gobierno”. Uno de los participantes de ese chat, el mandatario riojano Ricardo Quintela, contó esta mañana que Kicillof recibió de sus colegas “veintidós o veintitrés mensajes de salutaciones, de buenos augurios también, y de agradecimientos, por lo menos de los (gobernadores) peronistas, por la felicidad que nos dio”.
Quintela, además, ungió abiertamente a Kicillof como precandidato a la presidencia. “Axel es un tipo que reúne las condiciones: tiene capacidad, tiene humildad, tiene simpleza, tiene sencillez, y tiene un camino recorrido que queremos recorrer todos juntos. Si no trabajás para nuestra gente, ¿para quién trabajás? No podés trabajar con los poderes concentrados”, sostuvo en la radio AM750. Además alentó a Kicillof a que asuma el desafío de proyectarse al escenario nacional. “Nos da la posibilidad de tener un precandidato a presidente de la Nación. Tiene que empezar a hablarle al pueblo argentino”.
El discurso de Kicillof tras el triunfo, leído para evitar errores, dejó en su segundo tramo varias frases claves. Una de ellas fue pronunciada en el epílogo, a modo de cierre: “Ha habido una costumbre de acusar al peronismo de que no es democrático y de que no es pacífico. Córtenla y se los digo a todos: democracia, paz y peronismo”, exhortó el gobernador, que creó así una suerte de decálogo para afrontar -y hasta tal vez pacificar- los tiempos que se vienen, que amenazan con ser convulsionados y turbulentos.
Las otras dos definiciones lo mostraron asumiendo sin rodeos el rol de presidenciable y de antagonista central de Javier Milei: “Queda confirmado que hay otro camino y hoy empezamos a recorrerlo”, fue la frase más gráfica en ese sentido. La complementó con otra, en la que exigió a Milei abrir una instancia de diálogo político, una audiencia formal que los reúna como presidente y gobernador de la provincia más poblada. “Por enésima vez, desde acá, le digo a Milei que tenemos imperiosamente que reunirnos. Espero mañana el llamado”, demandó Kicillof. Luego, dirigiéndose ya directamente al presidente, lo desafió: “Tené el coraje y la valentía de reunirte para trabajar”.
Quizá menos estridente, también hubo un guiño hacia las otras provincias. Kicillof, autoridad bonaerense, sabe que existe la llamada ‘maldición de Dardo Rocha’: ningún gobernador de la PBA llegó a la presidencia por el voto popular. El mandatario, ya desde el inicio de su segundo mandato, encaró una serie de contactos y gestos de acercamiento pensados para los votantes de otras provincias. Donó 80 patrulleros a Santa Fe, por la crisis de seguridad en Rosario. Envió helicópteros y brigadistas a Córdoba por los incendios. Hubo críticas hacia esas decisiones de algunas voces encumbradas del peronismo.
Anoche, con el recuento definido, Kicillof avisó que seguirá en la misma línea. “Quiero dejar en claro que vamos a seguir trabajando con las otras provincias de la Argentina ante la desintegración que plantea el gobierno nacional”, ratificó, pero además invocó varias veces al “federalismo” y al “país federal”. Existe, de todos modos, otro antecedente histórico que alienta a desconfiar de los apresuramientos. En 1987, el bonaerense Antonio Cafiero se impuso frente a la UCR gobernante a nivel nacional. Se lo consideraba el candidato “puesto” para las presidenciales. “El peronismo es muy turro, cuando Cafiero le ganó a (Juan Manuel) Casella en 1987 todos pensamos que era el nuevo primus inter pares pero un año después le apareció una sorpresa”, recordó con picardía un veterano legislador peronista que encontró algún vaso comunicante entre aquel momento y las implicancias del presente.
Más allá de invocaciones al federalismo o de anécdotas históricas, tanto en Buenos Aires como en las demás regiones del país arrancaron este lunes con la prioridad puesta sobre la cotización del dólar. Lo mismo respecto a la potencial intervención del Tesoro, las variaciones del riesgo país y las acciones, o sobre la necesidad de reinstaurar el cepo para controlar el acceso al mercado cambiario para las personas físicas.
Economistas de todas las corrientes del peronismo vaticinan un escenario muy volátil. Indican que al gobierno nacional no le quedan dólares suficientes para impedir una suba de la cotización en el lapso que resta hasta el 26 de octubre. Advierten, también, sobre la discutible capacidad para hacer frente a los vencimientos de deuda. Un diputado de larga trayectoria en el radicalismo, Leopoldo Moreau, que el 10 de diciembre completará su mandato y se despedirá del Congreso, resumió las acechanzas con un análisis que sonó fuerte. “Estamos yendo de cabeza, más temprano que tarde, directo al iceberg, que es algo que todavía no registró el país. Un default simutáneo en pesos -un reperfilamiento- y en dólares”, vaticinó a este diario.