En el Barrio de Monserrat hay un edificio de relevante porte y que es patrimonio de la ciudad: el Departamento Central de la Policía Federal Argentina.
A su alrededor se expanden una serie de comercios en los que se vende material vinculado a la actividad policial y de seguridad. Allí seguramente se podrán reponer muchos elementos que los agentes del orden pierden o tienen en desuso. Esta mercadería es la que luego se ve en operativos de calle, para reprimir o -en el mejor de los casos- disuadir movilizaciones. También para el simple uso de quienes caminan la ciudad o están en sus esquinas, intentando hacerla segura.
Objetos varios, como pantalones para distintos usos, chalecos policiales, remeras negras y verdes, gorros, boinas, anteojos, cuchillos, esposas, elementos de defensa personal y otros vinculados a uniformes y borceguíes. Todo forma parte de esa colección, que, como la moda, va cambiando con las necesidades del accionar represivo.
Pero hace unos días, transitando la zona observé algo que me llamó la atención: sobre el piso de una de las vidrieras ubicada en una de las esquinas que está frente al Departamento, vi algunos objetos no habituales de esas exhibiciones de vidriera.
Fue grande mi curiosidad. Era de noche y me acerqué para encontrarme con un elemento que los militantes populares conocen bien. Era una Kufiya, más conocida como pañuelo palestino, que el 16 de noviembre de 2024 fue reconocido oficialmente como patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por la UNESCO.
Un elemento raro en esas vidrieras policiales, un pañuelo conseguible en el barrio del Once en todas sus variantes de color, pero no ahí, por lo menos hasta mi hallazgo.
Ese pañuelo adopta diferentes nombres en los distintos lugares del Medio Oriente en que se lo utiliza: Arabia, Jordania, Palestina, Irak, Siria y sur de Turquía. No los vamos a nombrar a todos, pero sí vamos a decir que ese pañuelo se transformó en un símbolo nacional de resistencia y lucha por la libertad, del pueblo palestino.
Nuestras madres utilizaron primero un pañal (vaya símbolo para su búsqueda) y luego un pañuelo blanco, que se transformó en un emblema claro de lucha y resistencia que aún pervive.
Ese es el valor que los pueblos otorgan a los símbolos, para llevarlos como bandera, sin que ninguna agencia de publicidad sugiera o haga un estudio de marketing. Se imponen e inmediatamente resumen con estupenda claridad su significado.
Durante la ocupación británica de Palestina y posteriormente en las disputas con Israel, la Kufiya fue la identificación en la forma de desafiar prohibiciones y afirmar identidad.
También se la utiliza solidariamente en el mundo, la hemos visto en estas semanas en las multitudinarias movilizaciones contra el genocidio de Gaza, en Europa, EE.UU., Australia. Y también aquí, hace unos días, en una multitudinaria marcha que no tuvo ninguna relevancia en los medios locales. Es un símbolo claro de la lucha de autodeterminación del pueblo palestino.
Si bien sus orígenes devienen de campesinos y beduinos, que los utilizaban para protegerse del sol y las arenas, este fue mutando hasta este presente. Tal vez fue Yaser Arafat quien más lo popularizó, en su versión blanca y negra, aunque los hay de otros colores.
También lo utilizaban aquellos niños y adolescentes de lo que se conoció como la Intifada. Allí los pañuelos y las piedras enfrentaban como el Rey David a un gigante invencible. Eran el símbolo que animaba la resistencia.
Vuelvo a la vidriera y me pregunto: ¿qué hace este pañuelo en una casa de reposición de indumentaria policial?. Este noble pañuelo no está allí en muestra de solidaridad, sino de camuflaje, para trabajar de infiltrado dentro de las movilizaciones. Hemos visto últimamente cómo los más exaltados, los que daban vuelta patrulleros con suma facilidad e incitaban a la revuelta, lo llevaban puesto como bandera de rebelión incitando al contagio de los desprevenidos.
Es así, no tiene otro sentido, salvo que las adyacencias del Departamento Central de Policía hayan sido cooptadas por la lucha de Palestina libre y el fin del genocidio en Gaza.
Vale la pena mirar, caminar la ciudad y estar atentos a estos detalles de época, donde impunemente se nos ofrece el disfraz para el traidor. De quien se te pone al lado y te da manija, el que danza alrededor del fuego e incendia contenedores, canalizando la bronca y tras ella desata la catástrofe represiva.
Cuando el discurso del odio y la represión baja desde arriba, se habilitan acciones impensables o que podían hacerse a escondidas, como lo hacen los verdaderos “servicios” e infiltrados.
Reivindicar ese pañuelo y su lucha por el fin del genocidio que se está cometiendo en Gaza debe ser el fin solidario. Mientras aquí el tema es una apostilla en diarios y programas de TV, el pañuelo que la simboliza es una novedad de saldo en algunos escaparates que lo ofrecen como cotillón para infiltrados.
* Candidato a senador nacional por Fuerza Patria CABA.