Cormillot aseguró que el 60 por ciento de los argentinos tiene sobrepeso

El médico, encargado del nuevo Programa Nacional de Alimentación Saludable, afirmó que en la Argentina la población con sobrepeso aumenta cada año y para «detener esta epidemia» hay que cambiar el «ambiente obesogénico», es decir aquel en el que la «comida engordante es la más barata, rápida, práctica y rica».

En Argentina la población con sobrepeso aumenta cada año y ya alcanzó el 60 por ciento, por lo que para «detener esta epidemia» hay que cambiar el «ambiente obesogénico», es decir aquel en el que la «comida engordante es la más barata, rápida, práctica y rica», afirmó Cormillot, encargado del nuevo Programa Nacional de Alimentación Saludable.

La población con sobrepeso en Argentina aumenta cerca de un punto porcentual cada año, ya que “en el 2005 había un 49 por ciento, en el 2009 un 53 por ciento y en 2013, 57 por ciento”, detalló el médico, quien también advirtió sobre la elevada prevalencia de patologías derivadas: «el 35 por ciento de los mayores de 18 años son hipertensos, el 25 de las mujeres tienen colesterol y el 10 por ciento de adultos son diabéticos», enumeró.

«Nuestro desafío es ser el primer país del mundo que logre detener esta epidemia y mejorar el bienestar de la gente», declaró en diálogo con Télam el médico nutricionista y funcionario del ministerio de Salud de la Nación, Alberto Cormillot.

El Programa Nacional de Alimentación Saludable y Prevención de la Obesidad fue lanzado formalmente hoy con su publicación en el Boletín Oficial y la necesidad de implementarlo surgió, según Cormillot, del siguiente dato: en la Argentina, el 60 por ciento de la población tiene algún grado de exceso de peso.

«La función del área es dar visibilidad a la problemática y generar acuerdos con los sectores industrial, comercial, agrícola y educativo para detener esta epidemia», declaró.

El exceso de peso se calcula por medio del índice de masa corporal, que se obtiene al dividir el peso por la altura al cuadrado, el resultado tiene que dar entre 18 y 25, a partir de allí y hasta 30 la cifra indica sobrepeso, y si es superior a 30 indica obesidad.

Para detener este progresivo aumento es necesario cambiar el ambiente obesogénico, y en este sentido, la dificultad está planteada por los «poderosos intereses que hay detrás» de las costumbres y hábitos que se intentan modificar, advirtió el médico.

«Estos intereses se activan cuando nosotros ponemos en marcha el cambio» y provienen «de la industria que intenta vender ciertos productos”, añadió.

Para poner en práctica el programa, Cormillot apuesta a lograr acuerdos con los sectores involucrados antes que imponer reglamentaciones.

Con el sector educativo, por ejemplo, trabajará para incluir en la currícula una materia sobre alimentación y modificar los alimentos y bebidas que se venden en los kioscos y comedores escolares, para disminuir la cantidad de sal, azúcar y grasa que consumen los niños y adolescentes.

Con los sectores industrial y de comercio se intentará cerrar acuerdos para cambiar las etiquetas y añadir información nutricional complementaria, así como disminuir, paulatinamente, el contenido de sal, azúcar y grasa de los productos.

Cormillot también advirtió que «la publicidad destinada a los niños debe cambiar» y que «los chicos no pueden vivir a comidas azucaradas».

El plan también contempla una «estrategia de precio» que consiste en aumentar la cantidad de alimentos saludables incluidos en el programa precios cuidados, y que éstos estén disponibles en más establecimientos.

En cuanto a los factores determinantes para la aparición del sobrepeso y obesidad, el más importante es el consumo de alimentos hipercalóricos, y en menor medida influyen la falta de actividad física y horas de sueño, y el uso de medicación psiquiátrica.

Los fundamentos para la implementación del programa sostienen que «existe evidencia consistente sobre la efectividad de intervenciones poblacionales tanto de promoción, prevención y tratamiento, que justifican llevar a cabo acciones de política pública que pueden producirse modificaciones apreciables de los indicadores sanitarios».

«Mejorar el bienestar de la gente le conviene al país», aseguró Cormillot, y añadió que algunos de los países más desarrollados «gastan hasta un 10 por ciento de su presupuesto en salud».

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