Apenas horas después de que el general Juan José Zuñiga entrara a la céntrica Plaza Murillo de La Paz con móviles, efectivos armados y hasta usara una blindado para romper la puerta del Palacio Quemado, sede de gobierno del presidente Luis Arce, el panorama se asemeja al de cualquier jueves hábil, aunque con algunas incidencias.
En la soleada mañana, a pocos metros del aeropuerto, un bloqueo con piedras sobre la autopista El Alto-La Paz, de partidarios del presidente Arce, colapsa el anárquico tráfico. Custodiados por las fuerzas de seguridad, los manifestantes toman mate de coca y tienen altoparlantes para hacer resonar sus protestas. Pese a que el tránsito está inhabilitado, los pocos que logran pasar igualmente deben pagarle los dos bolivianos al personal del peaje que cobra mientras están de pie a 100 metros de sus cabinas.
Ese piquete contrasta con la habitualidad en el centro de La Paz. A la sombra se sienten los 12 grados, en especial por los 3.640 metros sobre el nivel del mar. Ahí las complicaciones en el tránsito están por el corte con vallas que estableció la Policía de Bolivia en todos los accesos vehiculares a la Plaza Murillo, frente al Palacio Quemado y la contigua Casa Grande del Pueblo, la nueva sede del gobierno boliviano, inaugurada durante el mandato de Evo Morales.
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Mientras Bolivia intenta recuperar la normalidad, Zúñiga declaró que el intento de golpe ya estaba acordado con Arce.
Si bien no se puede acceder en vehículos, el paso peatonal está habilitado y en el centro de la plaza decenas de personas permanecen sentadas, al igual que en la Catedral Metropolitana “Nuestra Señora de La Paz”.
Una señora predica la palabra de Cristo, los vendedores ambulantes esperan la llegada de más clientes y trabajadores municipales limpian dos monumentos. No quedan vestigios de los gases lacrimógenos que dispararon los efectivos que siguieron a Zuñiga en la fallida intentona golpista.
Poco antes de las 10 de la mañana -una hora menos que en Argentina-, un grupo de efectivos custodia la puerta que el General Zuñiga, preso desde anoche, atropelló con una tanqueta. «Somos 150 efectivos en la Plaza y 500 en el total del perímetro», revela uno de los jefes del operativo a Clarín.
«Efecto pánico»
Este jueves por la mañana, Eduardo Del Castillo, ministro de Gobierno de Bolivia remarcó que el intento dejó 12 heridos de bala, pero además aseguró que hay una decena de militares aprehendidos implicados en el intento de golpe que según el ministro se venía gestando desde hacía tres semanas.
En la peatonal Calle Comercio, Luis Cortez cuenta que cerró su local de accesorios de celulares a las 15. Fue cuando vio a pasar las tanquetas de los militares. «No es que me haya sorprendido tanto, como si fuera una manifestación, pero por las dudas cerré y reabrí recién hoy», cuenta a este diario.
En la madrugada de este jueves, a 859 kilómetros de la Plaza de Murillo, en Santa Cruz de la Sierra, el episodio en La Paz sonaba muy lejano. Por nueve bolivianos (algo así como 1,40 dólares) desde hace 24 años Johnny lustra botas en dos puestos en el aeropuerto cruceño. A eso de las cinco de la mañana, con una camiseta negra del Bayern Munich alemán, responde ante la consulta de Clarín: «Aquí no pasó nada, apenas unos automovilistas yendo a cargar combustible».
Otro trabajador de la misma terminal aérea recuerda que la zona es territorio hostil para el oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS). Reconoció que se frenó la actividad durante las horas del intento de golpe del General Zuñiga.
También hubo un colapso en las estaciones de servicio porque ante el temor de que los militares tomaran el poder, los automovilistas quisieron asegurarse de tener combustible, un bien que escasea.
De hecho, en Santa Cruz de la Sierra se vieron largas filas en las estaciones de servicio en las tres horas en las que Zuñiga intentó poner en vilo al país.
Hace tan solo dos semanas, el presidente Arce reconoció que la situación de la falta de gasoil era «patética» y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles -subsidiados-, para intentar morigerar el contrabando a los países vecinos. El presidente afirmó que Bolivia importa el 56% de la nafta y el 86% del diésel que consumen los vehículos bolivianos.
Ignacio, que desde hace cinco años maneja un taxi por las sinuosas calles de La Paz, agregó otro efecto del acto de Zuñiga: «También mucha gente se volcó a los mercados y las ferias, por ese efecto pánico».
Pasadas las horas de alarma del miércoles, La Paz regresa la «normalidad». En los noticieros informan cómo está la Plaza Murillo, la pena que enfrentaría Zuñiga, ya detenido.
Precios altos, escasez de dólares y de combustible
Cuando los informativos van a los cortes comerciales aparece la propaganda del gobierno de Bolivia que revela uno de los principales problemas económicos. «Frente a los fenómenos climáticos que provocan la especulación y la subida de precios de algunos productos básicos, tomamos acciones», dice un locutor que resume la creación de un Comité de Seguridad Alimentaria, la organización de ferias barriales, controles de precios, la subvención a los hidrocarburos y a la producción de arroz, trigo y maíz.
Es una muestra de un menú que incluye escasez de dólares, de combustibles y protestas sociales es la proliferación de la versión opositora de un «autogolpe».
El desgaste de la gestión de Arce, limada más por su mentor, el ex presidente Evo Morales que por la oposición, esa versión se viraliza y se replica en las charlas del centro de La Paz.
Aunque también hay espacio para el deporte. Es que a las 21, Bolivia enfrenta a Uruguay por la Copa América en Nueva York, Estados Unidos, y con el regreso de la calma, muchos se interesan en cómo formará «La Verde».