Como Gran Hermano y más burdo


El gobierno de Javier Gerardo Milei ha comen­zado a consolidar el sesgo despótico, que es constitutivo de su ADN, con una serie de ac­ciones que describen cerrazón, intolerancia y un enorme desprecio por aquello que dicen defender: la libertad. Según parece, para los libertarios existe so­lamente la libertad que ellos están dispuestos a otor­gar a los demás, fuera de ese límite que su pensamien­to impone toda expresión de autonomía se condena como una afrenta. El diputado Facundo Manes acaba de sufrirlo en carne propia. No es el primero y segura­mente no será el último. 
Deben -o deberían- ser pocos los argentinos que a esta altu­ra todavía no descubrieron que el perfil de Milei y su equipo es igual al de una corte gobernada por el autoritarismo, que se mue­ve a buena distancia de toda ex­presión democrática. Los (malos) ejemplos que fundamentan esta impresión se han multiplicado en las últimas semanas. 
Se necesitan de gestos demo­cráticos cotidianos para sostener una República. La libertad de expresión, la pluralidad de opi­niones y el respeto al pensamiento diferente es parte esencial del sistema. Sin embargo, los libertarios tie­nen una mirada torcida sobre el asunto. 
El divague más fresco sobre esta materia se conoció ayer. El vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció que evalúan implementar cambios en la sala de pren­sa de la Casa Rosada. La novedad es la posibilidad de hacer que la gente elija quiénes pueden preguntar en las conferencias de prensa que habitualmente da el funcionario. 
Una especie de «Gran Hermano periodístico», según palabras de Adorni, quien se desempeña más como un comentarista de la realidad, que actúa también como un celador del pensamiento ajeno. En los hechos cumple el papel de provocador, antes que el de vocero oficial de las acciones del Gobierno. 
«La idea, desde el comienzo de mi gestión, es que la sala de prensa sea cada vez más profesional», señaló, y agregó: «Para mí es importante que se escuche cuan­do hablan o que salgan bien en cámara. Dentro de eso, creo que tiene que estar la libertad de expresión, la li­bertad de prensa en todo su esplendor».
Al parecer para Adorni y sus mandantes la mejor manera de honrar la libertad de expresión es restrin­giendo su uso, asignando cuotas en función de pará­metros que el propio Gobierno estipula. Muy demo­crático, por cierto. 
El tema surgió a partir de una pregunta que apuntó a una no­ticia que generó controversia en las últimas horas, que es la posi­ble implementación de un «botón muteador», un botón silenciador, para regular las intervenciones de los periodistas. Sobre esto, el vo­cero explicó: «En caso de hacerlo, es simplemente para evitar, por ejemplo, que le arranquen el mi­crófono de la mano a gente que trabaja en la Casa Rosada. Prefiero yo mutearlos y se terminó el pro­blema».
En ese marco, Adorni reveló que el Gobierno analiza un nuevo sistema para seleccionar a los que partici­pan en las conferencias. «Estamos pensando un es­quema en el que los periodistas puedan ser elegidos por la gente, lo estamos diseñando de una manera que la gente se sienta representada e informada y que us­tedes (por los periodistas) sientan también que pue­den hacer el mejor trabajo para sus medios», afirmó.
En esa línea, detalló: «Estoy buscando un esquema en el que la gente pueda decidir quién se va y quién se queda, un Gran Hermano periodístico». Es decir una suerte de reality show con participación «de la gente» a través de las redes sociales.
Suena a burla, pero no, es pura realidad. Se trata del modelo libertario.s

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