Un joven, ante la pantalla de su dispositivo electrónico. EFE/ Miguel Gutiérrez
Es uno de los riesgos detectado en el estudio ‘Jóvenes y amistad’, de las fundaciones Fad Juventud y SM, presentado hace un año.
En este 30 de julio, día internacional de la Amistad, el trabajo permite ver qué visión tiene de la amistad la juventud española. Para su redacción, coordinada por el investigador social Ignacio Megías, los investigadores/as dividieron a 40 jóvenes en cinco grupos de discusión.
“La mediación tecnológica” constituye uno de los capítulos del informe, disponible en Internet. En él adolescentes y jóvenes recalcan “las ventajas que les reporta la tecnología en dos sentidos fundamentales”, según los autores: por un lado, para forjar amistades a distancia; por otro, para ayudar a quienes son tímidos o cambian de residencia a “romper el hielo” y hablar con otros.
Tres aspectos de contexto
- En estas relaciones de amistad a través de las nuevas tecnologías de mensajería, y en menor medida a través de redes sociales, aparecen Whatsapp o iMessage (o similares) como vehículos y ámbitos destacados.
- La juventud establece estas conexiones para, primero, “ponerse al día”; segundo, “conseguir un fin práctico”; tercero, “fortalecer las relaciones”; y cuarto, expresar “conflicto y queja o desahogo”.
- El “discurso dominante” aboga por abordar asuntos trascendentes cara a cara, no por medio de la tecnología, pero es una consideración que se diluye en la medida en que “los espacios online se llenan también de contenidos de la esfera de lo personal o de las responsabilidades”.
La amistad ‘online’, además, queda retratada por una serie de rasgos principales:
- Requiere de la otra persona una “comprensión tecnológica”, lo que abarca no solamente el entendimiento de códigos de humor o el conocimiento de actitudes que molestan, sino además el tiempo de respuesta a los mensajes, o la probabilidad de no respuesta. Que exista esa comprensión es clave.
- Y asumir que es más costosa la expresión o la comunicación en mensajes o en redes, lo que abre la puerta a “malentendidos y a fallos de comunicación”.
Malentendidos
Este es precisamente el primero de los riesgos de la mediación de la tecnología en la visión y construcción de la amistad: los malentendidos.
Dicen los autores: “Volcar en exceso el peso de la relación en el contexto online puede provocar que se sobreestime el tipo de conexión personal”. El ejemplo que usan es el siguiente: “pensar que eres muy amigo o amiga de alguien porque tienes mucho contacto a través de las redes sociales, sin que ese contacto tenga reflejo fuera del espacio virtual”.
Adolescentes y jóvenes son conscientes de este riesgo, indican los investigadores, y reconocen que por ello “pueden ser objeto de espejismos, desencuentros y decepciones”.
Acomodamiento
La relación por mensajes, o videollamadas o audios, es más fácil que la presencial. Apretar un botón es más sencillo que moverse a un lugar para ver a un amigo/a, obviamente, pero precisamente por eso esta “conexión constante y permanente deriva en una tendencia al acomodamiento”.
Y “esta tendencia a no esforzarse por cuidar la amistad, entendida desde su concepción ideal (confianza, sinceridad, presencia, reciprocidad), hace que esta se resienta”.
Reafirmación de rutinas
Adolescentes y jóvenes señalan que terminan hablando más por mensajería con personas que conocen del día a día, por lo que terminan así reafirmando rutinas y afianzando lazos.
Saturación
El riesgo más acuciante porque, como subrayan los investigadores, se trata de “uno de los lados menos amables de la comunicación mediada por las tecnologías”.
Son relaciones que llegan con facilidad a una especie de “ya no queda nada de qué hablar’, lo que viene provocado por “la presencia constante” y “la sobreexposición personal”. Aparecen entonces “silencios complicados de gestionar”, porque la “desconexión” de una de las partes suele interpretarse con connotaciones negativas.
“Es común reconocer que no gusta cuando se escribe a alguien un mensaje y no contesta más o menos pronto, o en un tiempo prudencial”, señala el estudio
Tener que contestarlo todo, precisamente para evitar esos silencios incómodos, “suele generar conflicto” y “ansiedad”.
Remarcan los autores: “De la misma manera que se manifiesta que puede existir ansiedad por tener que estar siempre disponible, es común reconocer que no gusta cuando se escribe a alguien un mensaje y no contesta más o menos pronto, o en un tiempo prudencial”.
Falsa realidad
En las comunicaciones grupales online emerge “la convicción de que no se puede no estar”, en palabras de los investigadores, así que no es nada sencillo tener un “perfil bajo”. Tenerlo, al contrario, puede “generar cierta desafección por parte del resto de los miembros” del grupo.
Ahora bien, si “los lazos de amistad son fuertes”, suele respetarse el comportamiento de las personas más despegadas, apostillan.
Relacionado con esto, existe un exceso de atención en lo que se habla en el grupo propio (planes, lugares a los que se va, si se lo están pasando bien) y en lo que se habla en otros grupos (si se lo pasan mejor, hacen otras cosas, van a otros sitios…”).
Concurren entonces ilusiones de “falsa realidad”, así como “frustración o envidia”. “Todo lo cual”, apuntan los autores, puede llegar a ser “difícil de gestionar”.