cien días y ya cruje gravemente el modelo de Donald Trump


La pregunta en los primeros cien días de gobierno de Donald Trump, aniversario que celebran los analistas desde la presidencia de Franklin D. Roosevelt, posiblemente se resuma a indagar si la potencia se encuentra frente a un avance o a un extraordinario retroceso. El país se divide alrededor de ese interrogante ampliando la grieta evidenciada en la campaña y en el resultado electoral.

Para quienes regresaron al magnate a la Casa Blanca –no todos ya atento a las encuestas-, la respuesta es única y aplauden lo que hay. El otro lado, en cambio, reprocha un oscurantismo cultural creciente, el nacionalismo extremo expuesto en el proteccionismo de la economía, y la demolición de las alianzas históricas de EE.UU.

Aquella pregunta es, sin embargo, más de lo que parece debido a que apunta no solo a esa duda, sino a una cuestión existencial mayor sobre si será mejor o peor el país que construye este presente. En términos objetivos, Trump encabeza una revolución que generará profundos cambios muy difíciles de revertir para quien lo suceda. Que puede ser él mismo si avanza en su noción de que las leyes, la Constitución principalmente que le prohíbe un tercer mandato, no deben cuestionar su voluntad, regla central de esta presidencia. Trump en eso no engaña, en la campaña aviso que sería “dictador desde el primer día”.

Su presidencia es atrevida. Trump contrapone al legado de EE.UU. de la posguerra, que promocionaba la democracia y el libre mercado, el diseño de la fuerza como herramienta política principal. En esa línea avanza incluso sobre la doctrina del Estado-nación reduciendo las fronteras a dibujos lábiles en los mapas, modificables según el poder de quien las pretenda. Lo que él llama contar con las cartas ganadoras. Así, como Rusia es más poderosa que Ucrania, es Moscú quien debe triunfar en la guerra de agresión del Kremlin y por eso afirma con desparpajo que ese país europeo está destinado a ser parte del reino de Vladimir Putin.

Un mundo donde la razón cae frente al músculo

Esa visión es la que explica su demanda de apropiarse de Canadá, Groenlandia y Panamá, no importa el Derecho nacional de esos países sino el poder de EEUU. Trump, con ese comportamiento y el lugar que ocupa, construye un mundo mucho más peligroso donde la razón cae frente al músculo. Supone que de ese modo, con martillos arancelarios por ejemplo, logrará reconstruir el EE.UU que después de la guerra controlaba la mitad de la economía mundial y China era un paraje retrasado desbordado de mano de obra barata.

El modelo del magnate, sin embargo, comienza a crujir tempranamente. Los datos de su breve periodo muestran un país con problemas que antes no tenía y con su gobierno golpeando calladamente a las puertas de Beijing y no al revés, para lograr un acuerdo que pueda ser exhibido como una victoria justificadora. Difícil.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, celebra una reunión de gabinete en la Casa Blanca en Washington. Foto Reuters

Es ilustrativo donde miran los operadores del mercado que rehuyen las ambigüedades. “La pregunta de si las políticas de Trump han causado daños irreversibles al sistema económico de EE.UU. es crucial. Sabemos que ha causado un daño tremendo y que nuestros socios se preguntan si seguimos siendo confiables”, le dice a Reuters Liz Ann Sonders, estratega de inversiones de Charles Schwab & Co.

Los números de la etapa adelantan respuestas complejas. Hay dos ejes principales en la presidencia de Trump: la persecución a la inmigración y el nacionalismo económico. El magnate gana la presidencia apoyado por un amplio sector social convencido de que los indocumentados laborales son responsables de las calamidades económicas que sufrían desde el estallido de la crisis asociada a la pandemia de coronavirus.

El otro motor de la victoria ha sido el costo de vida por la permanencia de los sobrecostos, en especial en alimentos entre otros bienes esenciales, que no bajaron su precio desde la contracción que produjo la enfermedad.

Trump heredó una economía robusta envidiable, según todos los analistas. El gobierno de Joe Biden redujo la inflación desde el 9% en junio de 2022 a menos de 3% en diciembre pasado, sin recesión, con baja de la desocupación y crecimiento económico. No resolvió aquellos sobrecostos. Pero la ordalía proteccionista de Trump dilapidó la totalidad de ese legado.

Los datos oficiales de esta misma semana de los 100 días, indican que EE.UU. está en el borde de la recesión con una contracción de -0,1% del PBI en el primer trimestre. Anualizada, la caída crece a -0,3%. “Por primera vez en varios años, por culpa de Trump, la economía estadounidense ha mostrado menos pujanza que la de la zona euro, que creció 0,4% en el primer trimestre”, compara El País, de Madrid.

El otro efecto es el resultado inverso al pretendido con los rojos comerciales que han crecido. La furia de la guerra arancelaria produjo un raid empresario y familiar para aprovisionarse de insumos antes de que los gravámenes tengan efecto en sus precios. El gobierno admite ya esa consecuencia: “La disminución del PBI en el trimestre se debe al aumento de las importaciones”, alerta el Bureau of Economic Analysis, dependencia del ministerio de Comercio. Ese déficit en el trimestre avanzó nada menos que a US$464 mil millones. Cifra sin precedentes: 41,3% en los tres primeros meses del año contra -1,9% en el último periodo de 2024. .

Este resultado se combina con el otro efecto gravoso del escape inversionista del tradicional refugio del dólar y los bonos del Tesoro. La incertidumbre se ha disparado hasta salirse de los ejes de los gráficos”, advirtió Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI al inicio de la asamblea del FMI y del Banco Mundial apenas antes del aniversario de los 100 días. “Las condiciones financieras se han deteriorado; la volatilidad sube (…) Es urgente que se resuelvan las tensiones comerciales tan pronto como sea posible”, reclamó.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada sobre el "Establecimiento de la Comisión de Libertad Religiosa", rodeado de líderes religiosos, durante el Día Nacional de Oración, en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca. Foto ReutersEl presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada sobre el «Establecimiento de la Comisión de Libertad Religiosa», rodeado de líderes religiosos, durante el Día Nacional de Oración, en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca. Foto Reuters

El comentario suscitó un mandoble que recordaba la furia de algunos dirigentes nacionalistas latinoamericanos contra ese organismo, pero proferido por Scott Bessent, el responsable de la cartera económica de Trump, quien le exigió al FMI que se enfoque en lo que le corresponde y abandone preocupaciones sociales que no le incumben.

Lo cierto es que el FMI, el Banco Mundial, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo entre otros alertan sobre un costo económico autoinfligido con consecuencias que dan para todo tipo de especulaciones. Desde la asunción de Trump, el S&P, uno de los principales índices de Wall Street, se desplomó 8% y en el mismo proceso el dólar perdió 9%. Goldman Sachs estimó que unos 60 mi millones de dólares en acciones estadounidenses fueron vendidas desde inicio de marzo. Lideran la movida los inversionistas europeos. Mucho de ese dinero va al oro y al euro.

La ofensiva arancelaria, como se sabe, apunta a China, el principal rival comercial y tecnológico. Trump le quitó el mercado norteamericano a la República Popular, un daño importante. Pero el costo es que al mismo tiempo canceló el mercado chino a los productores de EE.UU. En el corto/mediano plazo no hay cómo relevar a ese proveedor que, a su vez, cuenta con clientelas menores pero consistentes alrededor del mundo.

China ha elegido esperar apostando a beneficiarse ante un negociador impulsivo y errático. Desmintió de paso que Xi Jinping haya llamado al magnate como este propala y reveló que son los norteamericanos, en cambio, los que cansan los teléfonos de la potencia asiática. Algo está funcionando mal.

Trump no descarta que pueda estar llevando a su país a la recesión, afirma falsamente que Biden le dejó una economía de números malos y se recarga en un fervoroso conservadurismo contra la modernidad como ariete para alimentar a sus bases. No es claro si advierte que las cosas pueden estar saliendo de control. El conservadurismo, por cierto, surgió en la historia en oposición a la ilustración. Posiblemente ahí esté un problema.

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