Con el telón de fondo de la crisis argentina de 2001 y el denominado “corralito”, que restringió el retiro de los depósitos de los ahorristas, “Chau Buenos Aires”, de Germán Kral, construye una historia de amor que florece a pesar de un contexto hostil y de falta de horizontes, con el tango en primer plano.El relato está centrado en Julio (Diego Cremonesi), un bandoneonista que se presenta sin demasiado éxito con un quinteto en lugares en donde apenas cubren los gastos, con lo que la idea de emigrar a Alemania cobra cada vez más fuerza.
Pero la crisis del país alcanza un pico más agudo que en otras oportunidades, y a la desazón del protagonista se le suma un accidente menor con su auto que lo enfrenta con Mariela (Marina Bellati), tan apremiada como Julio por un entorno económico asfixiante, pero con la que construirá una relación a pesar de todo.
En comunica ción con Télam, Germán Kral, realizador de “Un tango más” y “El último aplauso”, confiesa que justamente mientras rodaba esta última tomó contacto con personas que amaban incondicionalmente el tango y fueron esos personajes los que lo “inspiraron para hacer una película que mostrase a esos héroes anónimos del tango”.
Pero en el guion escrito por el propio director junto a Fernando Castets y Stephan Puchner además del tango, que funciona como un elemento dramático más, la historia tiene otro elemento central que es la actualidad que tiene los problemas de aquellos años.
“Ver que una historia que nosotros situamos hace dos décadas tenga esta actualidad, es trágico y triste a la vez, porque es como que la Argentina siempre termina tropezando con las mismas piedras”, señala.
“Chau Buenos Aires” se estrenó y, además de Diego Cremonesi y Marina Bellati, cuenta con un elenco con figuras como Carlos Portaluppi, Manuel Vicente, Rafael Spregelburd, Mario Alarcón y Luis Ziembrowski, entre más.
– ¿Cuáles fueron las motivaciones para encarar este primer proyecto de ficción en tu carrera?
– En 2002 yo estaba trabajando en el documental “ El último aplauso” sobre el mítico bar «El Chino» del barrio de Pompeya, y ahí conocí algunos personajes fantásticos que vivían para el tango, gente que nunca había sido famosa ni había logrado algo en lo profesional, pero sin embargo mantenían su pasión por el tango, que los hacía ir a ese bar de mala muerte que se llenaba. Fueron esos personajes los que me inspiraron para hacer una película que mostrase a esos héroes anónimos del tango, por decirlo de algún modo.
– Si bien la historia tiene que ver con el tango y la ciudad, está ambientada en la época del corralito. ¿Qué te llevó a ubicar el relato en uno de los momentos críticos de la Argentina?
– En ese momento yo estaba muy cerca de la indignación que sentía después de haber vivido tanto tiempo en Alemania y ver que en mi país de pronto la gente no podía sacar sus ahorros del banco y, por supuesto, la indignación por los más de 30 muertos en los levantamientos de diciembre de 2001. Todo eso fue como una especie de caldo de cultivo que terminó en «Chau Buenos Aires», a la que le sumé mi amor por el tango y por esas figuras que son un poco perdedoras y conocen profundamente el valor de la amistad.
– “Chau Buenos Aires” tiene una inusitada actualidad en cuanto a lo económico y social. ¿Te sorprende que el relato tenga esos puntos en común con lo que está pasando ahora en el país?
– Yo comencé a preparar este proyecto en 2002 y lo terminamos este año, y ver que una historia que nosotros situamos hace dos décadas tenga esta actualidad, es trágico y triste a la vez, porque es como que la Argentina siempre termina tropezando con las mismas piedras, en una especie de camino en espiral que no nos deja avanzar, estamos en el mismo lugar y quizás hasta peor.
Lo que traté de mostrar en la película siento que en gran medida tiene que ver también con políticos corruptos, incapaces que han estado gobernando a la Argentina desde hace muchos años, más allá de los partidos.
– ¿Cómo armaste la banda de sonido de la película, que cuenta con temas emblemáticos como “El día que me quieras”?
– La banda de sonido fue creciendo en la medida que íbamos escribiendo el guión. Traté de que los temas reflejasen un poco lo que pasaba en la historia. Por ejemplo, si hay una escena de amor entre Julio y Mariela, ahí pusimos «El día que me quieras», o la escena del cumpleaños del corrupto senador Salinas, con «Cambalache» en un montaje paralelo con el cacerolazo.
A mi amigo Pablo Fidanza le pedí que busque a los músicos que él pensaba que podían estar y él propuso a Fulvio Giraudo en piano, Nicolás Henrich en bandoneón, Cristian Basto en contrabajo y Humberto Ridolfi en el violín; cuatro músicos que hicieron una música increíble junto con la voz de Carlos Morell. Y claro, después vino el trabajo de los actores, que estudiaron cada nota.
– Justamente, el verosímil era fundamental para la historia.
– Sí, se pasaron meses ensayando con los instrumentos para poder dar la sensación de que ellos son músicos, que se conocían hace 20 años y que tenían una relación con sus instrumentos que por supuesto los actores no tenían.
Una de las cosas más lindas que me pasó es que cuando mostramos la película en Alemania y en Austria, la gente preguntaba si los músicos también eran actores, eso demostró que hicimos un buen trabajo.