Un rostro. Un rostro, un nombre y una historia. La de Cecilia Grierson. Un apellido llegado de Escocia y una mirada que se sostiene a pesar de todo. Y que, casi un siglo después, reaparece en la vida cotidiana: la primera médica argentina y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres estará en el nuevo billete de $2.000 y le dará nombre a la primera vacuna argentina contra el Covid.Las palabras designan las cosas, las ayudan a hacer lo que son, les dan algo que las cosas mismas no tienen ¿Qué le puede dar Cecilia Grierson a un billete que siempre corre el riesgo de perder valor? ¿Qué puede decir de la primera vacuna hecha totalmente en en el país? Historia, identidad y memoria. Un puente que une la ocurrido con lo aquello que está por venir.
De las tierras bajas
Los Grierson fueron una de las primeras familias escocesas en llegar a la Argentina. William, abuelo paterno de Cecilia, lo hizo en 1825 para establecerse en la Colonia Santa Catalina -hoy Llavallol-, provincia de Buenos Aires. Cecilia nacería 34 años después, el 22 de noviembre de 1859, de la unión entre Jane Duffy y John Parish Robertson Grierson.Después de pasar sus primeros años en el campo, en Uruguay primero y en Entre Ríos después, fue enviada a estudiar a Buenos Aires. Pero lo que prometía ser una niñez sin sobresaltos fue apenas una esperanza.
A los diez años Cecilia debió regresar a Entre Ríos para ayudar a su madre ante el deterioro de la economía familiar; a los doce, vio morir a su padre.
“Se juzga la edad, y quizás el conocimiento, por el largo de la pollera”Cecilia Grierson
Pero se levantó. Sus ganas de educar tuvieron mucho que ver con eso. Apenas tenía 14 años cuando ya enseñaba en la escuela rural que su madre abrió en el campo familiar para mantener a sus seis hijos.
Poco después pudo viajar a Buenos Aires para estudiar en la Escuela Normal de Señoritas, donde se recibió de maestra. Con lo que ganaba en la Escuela Mixta de San Cristobal trasladó a la familia a la Capital Federal.
Pero los ojos azules de Cecilia se encendían todavía más cuando decía: “Se juzga la edad, y quizás el conocimiento, por el largo de la pollera”. Había tenido que alargar sus vestidos para poder trabajar.
Aquel hecho marcaría su vida. Forzaría un giro, como lo hizo el trastorno respiratorio crónico que sufría su amiga Amelia Kenig, que la animó a una nueva osadía: estudiar medicina para intentar salvarle la vida.
¿Y por qué no?
La descabellado de la decisión de Cecilia no era su deseo de ser médica sino “la época”. Ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas en 1883 cuando estudiar esa carrera era cosa de varones. Exclusiva para los hombres.
“No había ningún antecedente en toda América Latina de una mujer que hubiera obtenido el título de médica. Y si bien no existía una prohibición explícita que impidiera la inscripción, había sí una trampa reglamentaria, un requisito imposible de cumplir”, cuenta el historiador Felipe Pigna.
“Para anotarse en la carrera –relata- había que tener aprobado latín, pero esa materia se dictaba sólo en el Colegio Nacional de Buenos Aires, una institución que por entonces era sólo de varones”.
Cecilia Grierson participó en la primera cesárea que se realizó en la Argentina. Fue en 1892 en la Maternidad Municipal y acompañó al doctor Alfredo Lagarde, quien encabezó la intervención.
Pero Grierson va a superar también ese obstáculo. El 2 de julio de 1889 logra la graduación, convirtiéndose en la primera médica de la Argentina. Experiencia que irá forjando un perfil feminista.
Poco después de recibirse concursó para el cargo de profesora sustituta de la Cátedra de Obstetricia. El llamado fue declarado desierto. Compañeros y colegas se sentían incómodos con su presencia.
“Fue únicamente a causa de mi condición de mujer, según refirieron oyentes y uno de los miembros de la mesa examinadora, que el jurado dio en este concurso de competencia un extraño y único fallo: no conceder la cátedra ni a mí ni a mi competidor”, recordaría años más tarde.
Nada me detiene
Durante la epidemia del cólera que azotó Buenos Aires en 1886, Cecilia Grierson fue enviada a la Casa de Aislamiento que albergaba a quienes padecían la enfermedad. Esa experiencia derivó en una revalorización del rol de las enfermeras.
“Los días agotadores pasados en la casa de Aislamiento me hicieron concebir la idea de educar a enfermeras, puesto que no había quien respondiera a las necesidades de los enfermos. El mejor medio de proporcionar alivio a los que sufren es colocar a su lado personas comprensivas, afables y capacitadas que puedan colaborar con el médico en la lucha por recobrar la salud”, escribió.
Promovió el uso del uniforme obligatorio para enfermeras, la sirena en las ambulancias, los juguetes para niños hospitalizados, la decoración de salas pediátricas.
Ese mismo año fundó la primera Escuela de Enfermeras y más tarde la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios. Serían los primeros pasos de un sinnúmero de iniciativas y propuestas que se irían concretando a lo largo de los años.
La creación de la Asociación Médica Argentina (1891) y de la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras (1901) son, quizás, las más importantes. También el Instituto Argentino para Ciegos.
Además, Grierson fue vocal de la Comisión de Sordomudos, secretaria del Patronato de la Infancia, inspectora del Asilo Nocturno y cofundadora de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social.
Ser mujer
En 1899 participó en Londres del segundo Congreso Internacional de Mujeres, que reunía movimientos sufragistas de todo el mundo. El encuentro ampliaba sus objetivos a distintos ámbitos de la vida social a través de cinco espacios de trabajo: Educación, Profesional, Política, Social e Industrial y Legislativa.
En 1900 Grierson se sumó a la creación del Consejo Nacional de Mujeres, de la que fue elegida vicepresidenta, y tiempo después estuvo al frente del Congreso Argentino de Mujeres Universitarias y el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina.
Su lucha por el sufragio femenino y por los derechos de las mujeres en general la acercaron al Partido Socialista Argentino, del que participó en sus años iniciales.
“No era posible que a la mujer que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médica cirujana, se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser jefa de sala, directora de algún hospital o se le diera algún puesto de médica escolar, o se le permitiera ser profesora de la Universidad”, dijo con amargura para dar cuenta de las postergaciones que sufría y de las causas de su lucha.
Ceclia Grierson, pionera y feminista
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Grierson fue autora además de un estudio en el que demostraba que en la Argentina las mujeres casadas tenían un status legal equivalente al de los niños. Sus consideraciones fueron tenidas en cuenta en la sanción, en 1926, de la ley sobre los Derechos Civiles de la Mujer (11.357), que modificó el Código Civil.
La reforma amplió los derechos de las mujeres en materia de patria potestad, administración y disposición de los bienes propios y en el régimen de bienes gananciales en el matrimonio.
Corrientes de bondad
La lucidez se combinaba con el compromiso. Las ideas con la concreción de iniciativas prácticas. Grierson promovió el uso del uniforme obligatorio para enfermeras (que se extendería por América Latina), la sirena en las ambulancias, los juguetes para niños hospitalizados, la decoración de salas pediátricas.
Sus escritos también marcaron una época. “Masaje práctico” (precursor en la kinesiología), “La educación del ciego”, “Cuidado de enfermos”, “Primeros auxilios en caso de accidentes”, «Educación técnica para la mujer» y “Guía de la enfermera”, serían los destacados.
Médica, cirujana, maestra. Feminista, luchadora por la igualdad de derechos. También pintora, escultora y gimnasta. Generadora, como alguna vez dijo, de “corriente de bondad”. Cecilia Grierson murió en Buenos Aires el 10 de abril de 1934. Tenía 74 años.
Pero hoy regresa. Vuelven a estar presentes sus ojos vivaces desde un billete, su nombre en una vacuna. Prosperidad y salud para todos, diría Cecilia Grierson. Y no es poco.