‘Cada uno debe aprender a llevar su maleta de oscuridad’


Rosa Montero y un nuevo texto sobre la locura y la creatividad Foto Daniel Dabove
Rosa Montero y un nuevo texto sobre la locura y la creatividad. Foto: Daniel Dabove.


Entre el ensayo y la ficción, la escritora Rosa Montero, que ha navegado por las oscuras aguas del dolor psíquico, aborda en «El peligro de estar cuerda» el vínculo entre creación y locura, e indaga en la vida de investigadores, filósofos y escritores que a pesar de sus padecimientos o fobias se convirtieron en figuras paradigmáticas de la ciencia, la filosofía y de la literatura universal: «El trastorno mental forma parte del ser humano y sin embargo, lo tenemos negado, cerrado», advierte.En esta obra, la autora da testimonio de las pesadillas de su infancia y de los ataques de pánico que la aterrorizaron a partir de su adolescencia. Investiga sobre neurociencias y psicología y se adentra en las razones que llevan a un escritor a componer. «La novela es una especie de delirio controlado. Uno escribe desde un agujero de oscuridad y en la novela estás contando justamente esa parte innombrable que te hace sentir tan ajena al mundo», afirma.

A modo de homenaje, Montero indaga en la vida de autores que dejaron en sus libros las marcas de su sufrimiento psíquico, entre ellas Virginia Woolf, Clarice Lispector o Sylvia Plath y de quienes se salvaron gracias a la escritura. Así, relata la asombrosa experiencia de la neozelandesa Janet Frame (1924-2004), quien pudo evitar una lobotomía al obtener un premio literario, noticia que llegó al superintendente del hospital donde estaba internada, pero que ella por su internación desconocía. «Ha ganado usted el premio Hubert Church al mejor trabajo en prosa. Por su libro «La laguna», le dijo el médico y canceló la intervención.

Autora de «Crónica de un desamor», «Bella y oscura» y «La hija del caníbal», entre otros libros, Montero, como una especie de gurú de los comportamientos humanos, asegura que «vivir es perder constantemente» y dice que «la única manera de hacer algo positivo con el sufrimiento es aprender a ser más empático para entenderse mejor y para entender mejor al otro».

En diálogo con Télam, la autora española, de visita en Buenos Aires para presentar el nuevo libro editado por Seix Barral, cuenta que esta obra es la que más respuesta le ha generado entre los lectores, quienes le manifiestan que se han sentido «abrazados» en el dolor.

-En el libro decís: «Ser raro no es nada raro, lo verdaderamente raro es ser normal», entonces ¿por qué asusta tanto lo diferente?
-El trastorno mental es una enfermedad super común en el ser humano. Antes de la pandemia, la OMS (Organización Mundial de la Salud), publicó un informe que señalaba que un 25% de los seres humanos va a tener un trastorno mental, al menos una vez en su vida. Si bien creo que la incidencia es mucho mayor, esto quiere decir que, o bien cada uno lo va a experimentar en su propia carne o bien lo va a experimentar alguien muy cercano a ti como tus padres, tus hijos, hermanos, amigos más íntimos o amantes, porque es uno de cada cuatro. Por eso el trastorno mental forma parte del ser humano y sin embargo, lo tenemos negado, cerrado. Entonces, como la gente se siente impelida, forzada a entrar en una horma tan artificial que le impone la sociedad, siente que no encaja y tiene miedo, no ya de aceptar la diferencia, sino de caer en la enfermedad. Cuanto más lejana es la horma de lo que tú estás hecho, más miedo tienes efectivamente de no ser adecuado y de incluso caer en una enfermedad.

-¿Creés que se subestiman los problemas psíquicos, en tanto muchas veces no se les reconoce su entidad de enfermedad?
-Este libro es una un reivindicación de la diferencia y la diferencia no es patológica. Ahora bien, el trastorno mental es una enfermedad del cuerpo como el cáncer. Primero porque bajo el paraguas del cáncer hay todo tipo de enfermedades, desde una cosa que no reviste mayor gravedad, hasta un tumor que te mata en una semana. Lo mismo pasa con el trastorno mental, hay desde una neurosis levísima a una psicosis profunda. Lo segundo es que es una enfermedad del cuerpo, pero que también incluye a la mente. Y tercero, que en casos graves, se necesitan medicamentos, muchas veces con efectos secundarios muy fuertes, y lo mismo pasa en el cáncer.

 Foto Daniel Dabove
Foto: Daniel Dabove.


-¿Qué se debe hacer para no caer en la estigmatización?
-Hay que hablar, hay que entender lo que es un trastorno mental y echar la mano a esta gente, porque el trastorno mental es sobre todo soledad, es una ruptura de la narración común. Te sales de tu entorno, sientes que no perteneces al género humano, entonces si a esa soledad psíquica encima le añades la soledad social y el estigma social, condenas a esa persona a una vida imposible. Mientras que si le das una mano, lo anclas en la realidad y esa persona puede tener una vida perfectamente válida.

-¿Qué repercusiones tuviste a partir de la publicación del libro, teniendo en cuenta la disparada de casos de depresión en pandemia?
-De todos los libros que he escrito es el que más respuestas ha generado hasta ahora, más incluso que «La ridícula idea de no volver a verte» donde la gente me escribía cartas y me contaba sobre sus duelos. Ahora, me dicen ‘gracias, me he sentido reconocida, he podido asumir una parte de mí que tenía oculta, por fin no me siento rara. Dicen que se sienten abrazados por el libro. Utilizan el verbo abrazar: este libro me ha abrazado, lo cual es interesante porque esa sensación de lejanía que tiene el trastorno mental parece quedar compensada con el abrazo que sienten al leer el libro.

-Otra frase que aparece en el libro es «Del dolor de perder nace la obra». ¿A qué pérdida te referís?
-A la pérdida del vivir. Vivir es perder constantemente; el tiempo nos lo hace, cada día que vives pierdes algo, futuro, posibilidades, dientes, fuerza. La vida es una constante pérdida hasta la pérdida absoluta, que es la muerte.

-¿Estamos preparados para las pérdidas?
-No, no estamos preparados. Hay varios aprendizajes esenciales en la vida: el primero es aprender a qué hacer con el dolor. Detesto esas teorías de que el sufrimiento te enseña: un cuerno te enseña, sino te mata, te destruye. Hay que intentar sufrir lo menos posible, pero entonces como evidentemente vamos a sufrir -hasta la persona más feliz va a sufrir- hay que aprender a hacer algo con ese sufrimiento para que no te destruya. La única manera de hacer algo positivo con el sufrimiento es aprender a ser más empático para entenderse mejor y para entender mejor al otro. Otro aprendizaje esencial es aprender a llevar la frustración, la vida está llena de frustraciones, y no pasa nada. Yo soy una vividora, una vitalista, abierta a la alegría. Me gusta la vida, muchísimo, hay cosas maravillosas en la vida, sino, no la soportaríamos. Hoy los niños y jóvenes tienen un nivel bajísimo de frustración y eso es un horror. El mundo nos muestra a través de la publicidad y la televisión un mundo sin frustraciones, lo cual es absurdo, mentiroso.

-¿Qué pasó con tus ataques de pánico?
-Puedo volver a tener crisis de pánico, forma parte de la estructura mi personalidad y mi ansiedad normal va de mucho a demasiado y hay que acostumbrarse a vivir con eso. Cada uno debe aprender a llevar su maleta de oscuridad y vivir con eso. Saber que pasa y que puedes volver a caer, son sitios en donde entras y sales, entonces eso da más esperanza.

 Foto Daniel Dabove
Foto: Daniel Dabove.


-¿Por qué, qué te permitió esa experiencia?
-He publicado periodismo desde los 19 años pero el periodismo no te estructura psíquicamente porque la voz del periodismo es la voz pública, no es tu voz, entonces, publicar periodismo no sirve para esto. He escrito ficción desde que tenía cinco años pero sin publicar, entonces escribir sin publicar tampoco sirve. El boleto ganador es escribir ficción, publicar y que te lean. Los expertos dicen que la novela es una especie de delirio controlado. Tú escribes la novela desde ese agujero de oscuridad, estás contando justamente esa parte innombrable, está saliendo esa parte innombrable que te hace sentir tan ajena al mundo. La cuentas, la escribes, la publicas y entonces la gente te dice «esto que tú sientes lo siento también; la manera que ves el mundo la comparto; esto que cuentas me emociona» y con eso te estás cosiendo los pies a la piel de la Tierra, con los demás. Es un anclaje en la realidad porque el trastorno te provoca esa ruptura de la narración común y además te hace perder contacto. Cada uno tiene que saber encontrar su ancla.





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