Antes de su llegada a Buenos Aires para ser una de las atracciones principales del Music Wins Festival, el músico venezolano-estadounidense Devendra Banhart dialogó con Télam sobre su actualidad musical, el reencuentro con el público y un nuevo abordaje que encontró en la composición que prescinde, cada vez más, de las palabras en un intento por «interpretar musical y poéticamente cómo se procesa el miedo y el dolor».Banhart quien dará mañana una primera función junto a su banda en el C Complejo Art Media del barrio porteño de Chacarita, para celebrar la llegada del festival que el sábado ocupará el predio del Club Ciudad de Buenos Aires reuniendo a nombres internacionales y locales como Metronomy, Chet Faker, The Blaze, The Magnetic Fields y Zoe Gotusso.
«Vamos a ser como unas cucarachas, por todos lados vamos a estar. Tenemos muchas ganas de tocar y de descubrir a los diferentes grupos del festival. Conozco mucha música argentina de los sesentas, setentas y ochentas, pero no tanto lo que está pasando hoy. En el grupo hay tres de los chicos que nunca han estado en Argentina y que quieren descubrirlo todo», señaló el músico.
«El nuevo disco está tratando de interpretar musicalmente y poéticamente cómo se procesa el miedo y el dolor. Sabiendo que eso me pasa mucho a mí, que si no se procesa de una manera sana, el miedo y el dolor se convierten en depresión y represión.»Devendra Banhart
Con una larga discografía sostenida en el folk, en sus diversas vertientes y en su encuentro con la música latina -en especial con el ‘tropicalismo’ brasilero-, el músico y artista visual nacido en Texas pero criado en Caracas se asentó como uno de los trovadores más interesantes y elogiados de este siglo.
-En el último tiempo estuviste sobre escenarios de Estados Unidos, México y Japón ¿Cómo viene resultando el reencuentro con el público?
-Fue poco a poco: quiero vivir en el mar y respirar abajo del agua, pero ahorita es ir metiendo un dedito en el mar, después otro. Toqué en México pero lo hice sólo, sin la banda, y en Japón me subí al escenario tres veces junto a dos amigos. Hay mucha emoción conectada con este viaje, porque va a ser el primero que haremos como banda desde la pandemia. Será la primera vez que podamos compartir, explorar y pasar un momento juntos. Además, estamos enamorados de Argentina, Chile, Ecuador y Venezuela, y encantados porque, además de tocar canciones de todos los discos, vamos a hacer tres nuevas. Acabamos de terminar el disco hace una semana.
-Contaste una vez que, a la hora de componer, siempre empezás por la letra y que la música aparece recién después para ocupar el resto de los espacios ¿Por qué te sumergiste en el ‘ambient’ la música instrumental en «Refuge»? ¿Apareció como respuesta ante la falta de poder narrar y observar a otros?
-Esa es una respuesta mejor de la que podría dar. Al menos para mí, no es que no había palabras pero sí que hicimos un álbum inspirado en toda esa música que nos estaba ayudando en los momentos más oscuros de la pandemia. Cuando no se podía salir de casa, yo me ponía a escuchar a Alice Coltrane, Harol Budd y Don Slepian. Música que es parte de mi ser. Con Noah (Georgeson) nos inspiramos mucho en toda esa música «new age» que escuchábamos en nuestras infancias: él creció en un pueblo muy hippie del norte de California con sus padres meditando, igual que los míos en Caracas. Es música que te conduce a poder sentarte, calmarte un poquito. Algo que necesitábamos y sentíamos mucho. En este nuevo álbum que acabamos de terminar tampoco hay muchas letras. Es cierto que para mí todo empieza con la letra, pero había tanto que había pasado en estos años, tantas emociones y tanto que escribir, que me iban a terminar saliendo 10.000 letras para una sola canción. Preferí decir lo más posible con lo menos, fui por esa dirección.
-¿Y esas pocas palabras aportan una mirada sobre la vuelta de los encuentros sociales?
DV: Bueno, por lo menos para mí, el nuevo disco está tratando de interpretar musicalmente y poéticamente cómo se procesa el miedo y el dolor. Sabiendo que eso me pasa mucho a mí, que si no se procesa de una manera sana, el miedo y el dolor se convierten en depresión y represión. Porque el dolor nunca no va a venir, siempre va a estar ahí, pero sí uno sabe procesarlo de una manera sana eso se puede convertir en coraje y compasión, pero si no se procesa bien termina como depresión. Es como estar constipado emocionalmente (risas). El álbum tenía que ver con el tiempo, con cómo cambió el mundo. Y me asusta cuando no cambia, es una paradoja cuando queremos que «regrese todo como era» y a la vez que «todo cambie». Hoy en los shows nos volvemos todos a abrazar y se siente que no ha cambiado nada, pero a la misma vez que todo ha cambiado. Es muy interesante: todo el mundo sabe que sigue pero a la vez no. Es una paradoja porque quiero que las cosas sean normales, sea lo que signifique eso, y quiero también que las cosas sean completamente diferentes. Eso nunca va a pasar; solo yo puedo cambiar. El mundo nunca cambia, sólo cambias tú.
-¿Es cierto que en la pandemia también cambiaste tu manera de pintar? ¿Y en qué momento dialogan el músico con el artista visual? ¿Pueden convivir al mismo tiempo?
-Empecé escribiendo canciones a la misma vez que estaba pintando. Fui al colegio de artes de San Francisco, un colegio interdisciplinario. Terminé haciendo música en esta carrera, pero siempre estaba pintando. Nunca había tenido tiempo como para pintar en óleo porque es muy difícil y requiere mucho tiempo que nunca tuve. Recién pude empezar, por fin, en la pandemia. Compuse estas «lockdown faces» como retratos y reflexiones de todas estas conversaciones que tenía con gente diferente. En todos ellos, veía el miedo, la ansiedad, el terror, la manía, la histeria. Fueron dibujos muy naturales, que iba dibujando mientras conversaba con ellos. Pienso que mis pinturas son fatales y horribles, pero yo pinto, ya sea un pene gigante o lo que sea, hasta que me pongo a reír. Es una cosa muy infantil: voy a donde nadie va, veo una cara de alguien llorando y me empiezo a reír. Esto me divierte. Escribir canciones no me divierte porque es una cosa mucho más intensa. Una canción sobre un amigo que se acaba de morir es mucho más fuerte, en cambio pintar es un momento para poder disfrutar de un chiste.
-¿Y es por eso que es importante para vos recorrer ese camino junto a «mentores» o «guías», como dijiste alguna vez?
-Para mí es muy natural buscar mentores y guías. Creo que no tenemos muchos guías buenos. Hay que tener mucho cuidado con los guías y los mentores que uno escoge. Es un proceso muy mágico, misterioso, natural e intuitivo. Tal vez me gusta cómo caminan, cómo hablan, el arte que hacen. Empiezo porque me encanta su arte, pero también porque pueden modelar nuestra forma de ser, una cosa que es casi sagrada. Al mismo tiempo, sólo hay que ser totalmente inteligente con tu intuición porque es como un baile; no hay que estar totalmente abierto a quien sea y tampoco estar cerrado a cualquiera. Es un baile muy delicado, pero cuando es hecho de una manera disciplinada, con sed honesta, tu mentor y tu guía te puede encontrar a ti también. Es muy interesante, es como una señal que te manda.