La figura de un padre atravesado por una depresión se vuelve inaccesible para las hijas protagonistas de dos ficciones recientes como «El regreso», la novela de la escritora holandesa Esther Gerritsen, y «Aftersun», la primera película de la directora inglesa Charlotte Wells, quienes comparten el estado de pregunta ante aquello que sucedió con sus padres en un pasado al que vuelven para interrogarlo y al mismo tiempo recuperar la memoria en torno a sus propias infancias.Tanto la novela editada por Caballo Negro como la película por la que Paul Mescal está nominado al Oscar como mejor actor se sitúan en un presente desde el que se retoma un período del pasado en el que las hijas se enfrentaban a padres que intentaban sostener la propia vida con mucho esfuerzo.
Pero lo que en «Aftersun» son unos días de vacaciones, en «El regreso» es una infancia, un día extendido. En la película Sophie (Francesca Corio) comparte a sus 11 años un viaje de una semana con su padre Calum en la costa turca a fines de los años 90 y si bien como espectadores asistimos desde su perspectiva a los momentos de ansiedad o fuerte angustia que atraviesa el padre, él es el adulto responsable de esos días.
Con limitaciones, decisiones más acertadas que otras, cuando su estado no le permite cuidarla o advierte tarde que ese ensimismamiento la pudo haber puesto en peligro, lo reconoce y le marca a su hija que estuvo mal, pide perdón. Aunque ella minimice lo sucedido, él insiste: «no, estuve mal».
Esa señal de cuidado no parece estar presente en «El regreso» y en la memoria de Jenny, la joven que vuelve a su pueblo por su madre, quien sufre un deterioro producto de la demencia, y se vuelve a vincular con ella y con su hermano desde la intriga que se convirtió en una pregunta insoportable acerca de la muerte de su padre.
Él murió cuando Jenny tenía cinco años y su hermano Max nueve. Él sigue viviendo en ese pueblo, en el que el relato familiar indica que su padre se suicidó después de haber sufrido una larga depresión que lo dejó en un sillón del living casi sin moverse.
Este regreso de Jenny es inmediatamente posterior al de su madre Johana, quien llega de la mano de su pareja con la que convivía pero que al avanzar el deterioro de su demencia, dice no poder asumir su cuidado y la lleva de regreso a su casa, ubicada a metros de la de su hijo Max, quien vive con su esposa Nora y su pequeña hija.
No es la primera vez que Gerritsen (Nimega, 1972) aborda los reencuentros familiares y los estallidos de vínculos que éstos pueden traer. En «Hermano», también publicada por Caballo Negro, ese eje ya estaba presente.
En «El regreso», la que desanda el camino acerca de qué pasó con su padre la noche en la que supuestamente se suicidó es la hija más chica. Ella es la que relata cómo cantaba con su padre, cómo intentaba tener gestos de cuidado con ella a pesar de la inmovilidad en la que entró como camino irreversible.
Si en «El regreso» hay una madre presente que cría a sus hijos ante la parálisis del padre, en «Aftersun» la madre está nombrada por ese padre separado que comparte vacaciones con su hija y a la que define desde el amor que tomó otra forma pero está. Eso le explica Calum a su hija cuando pregunta por ese vínculo.
Las dos hijas vuelven a sus padres recuperando una memoria, es decir, reconstruyéndola de manera fragmentaria. Jenny tiene a su hermano como testigo clave, Sophie recurre a la cámara para esa reconstrucción. Será ella en la adultez la que recuerde a su padre a través de aquellas filmaciones.
A diferencia de la novela de Gerritsen en la que el suicidio se instala como versión de la muerte del padre desde el comienzo, en la película de Wells no está explicito. Sugiere que son las últimas vacaciones que padre e hija pasaron juntos pero la cámara se despide de él desde la mirada de ella. Nosotros lo conocemos a ese papá desde el ejercicio de recordarlo que decide hacer la Sophie adulta.
Sin embargo, la depresión de su padre y la posibilidad de su muerte está latente en «Aftersun», esa inminencia es un elemento clave. La directora no solo logra incorporarla como ese peligro que ronda entre bailes, charlas al sol, comidas y paseos sino que logra que sea algo que tiene que ver con nosotros como espectadores, no con el miedo de Sophie.
«En ‘Aftersun’ utilicé mis propios recuerdos como esquema del guion. Eran como dos páginas y siete encabezados. Después empecé a llenarlo con cosas que me habían pasado. En mi cabeza puedo conectar momentos a lo largo de los días y empecé a ver los arcos que estaba construyendo. Sobre el papel era muy simple. Calum le enseña cómo pasar una pelota mientras está apoyada en un cojín. Sophie se hace trenzas en el pelo», dijo la directora en una entrevista al diario El español.
Wells, de 35 años, aseguró en la misma nota que lo que hace «es usar las anécdotas y conversaciones» que recuerda. «No pasaron necesariamente durante las vacaciones, ni tenían que ver solo con mi padre. Son momentos de toda mi infancia. Lo que hice es intentar organizarlos de una manera que tuviera sentido. Me resulta muy interesante lo poco fiable que es la memoria», señaló.
Y ese ejercicio relacionado con el recuerdo es lo que se desgrana en estas dos historias en las que recordar puede ser la forma de llegar a la figura paterna, a quien vuelve sobre todo para retomar una conversación que tiene a la imagen como elemento constitutivo.
Las dos ficciones trabajan sobre ese punto, el de la pregunta por el padre, y aunque cada una de las protagonistas vaya en búsqueda de distintos interrogantes en los dos casos es la potencia de la imagen lo que permite ir hacia el recuerdo.
Para Wells (de 35 años), «Aftersun» es la primera película, después de cortos como «Tuesday», «Blue Christmas» y «Laps», cuyo estreno en el último Festival de Cannes en mayo pasado, no paró de recibir premios también en Bucarest, Palm Springs, Sarajevo Munich, Deauville, San Pablo y Sevilla. En la Argentina tuvo un estreno en cines pero también en la plataforma Mubi que informó que se convirtió en el lanzamiento de la compañía con más reproducciones en todo el mundo.
Para Gerritsen, «El regreso», traducida por Micaela van Muylem, es su más reciente novela pero su obra cuenta también con «Hermano» y «Sed», esta última publicada por la editorial Eduvim en nuestro país. La escritora es además responsable de proyectos de cine y televisión.