Pediátrico: acción, impronta y símbolo


En los primeros meses del inicio de la gestión de Tato Romero Feris como gobernador, en el año 1994, uno de los puntos que su gestión venía a solucionar era avanzar con una acción contundente para dar a los niños una salud acorde a sus necesidades.
En campaña y en esas primeras semanas en el sillón de Ferré, en cada recorrida por el barrio San Martín Tato pasaba e ingresaba al viejo Pediátrico, ese que nació como un apéndice del hospital Vidal. En el centro de salud dialogaba con los padres de niños que buscaban alivio en su salud, y el reclamo era el mismo: una atención deficiente, largas esperas y quebrantos principalmente de los ciudadanos de bajos recursos.
Y esos reclamos y vivencias llevaron a que se tomara la decisión de avanzar con una solución integral, una acción que no solo solucione el problema coyuntural sino que también se constituyera en un símbolo para la provincia y la región.
El viejo edificio ubicado en la calle Las Heras entre San Juan y La Rioja tenía en uno de sus extremos un esqueleto de hormigón, alguna vez pensado como ampliación del edificio. Pasaron gestiones, años y dolores de niños. Nada conmovió a las autoridades de ese entonces y fue en la conjunción de todo ese recorrido social que derivó en la decisión de construir algo nuevo, de alto impacto y con lo mejor en tecnología del momento a nivel mundial.
Había que solucionar el problema de los niños, de la falta de atención adecuada a los correntinos del futuro, que se tomó la decisión de construir un nuevo hospital. La idea y el proyecto estaba, faltaba el lugar, que debería tener la facilidad de acceso no solamente en la ciudad sino también de las ambulancias que llegaran desde el interior.
Los terrenos del entonces Hogar Escuela por calle Moreno, en la esquina de la avenida Artigas resultó ser el lugar indicado. Claramente, y en salida de una crisis, es que se resolvió con inteligencia que esa primera instancia de inversión debería llegar de la mano de acciones en esa línea. Y con la venta de una parcela, la más alejada de ese predio del Hogar Escuela, a una multinacional, es que se comenzó con la construcción del nuevo pediátrico.
Hubo palos en la rueda, intentos de frenar la iniciativa amparados en supuestos apotegmas históricos, pero nada de eso pudo frenar la iniciativa.
El entonces gobernador Tato Romero Feris había tomado esa obra como un desafío, un objetivo claro de su gestión y nada frenó esa decisión.
Las licitaciones se sucedieron, los equipos fueron comprados y el personal que debía manejarlo capacitado en el exterior.
Todo avanzó plenamente una vez iniciada la obra, y era el propio gobernador que dos veces por semana inspeccionaba la obra.
Fue así que se llegó a esos últimos días de su gestión, en diciembre de 1997, cuando finalmente se cortó la cinta e impuso el nombre de Juan Pablo II al hospital pediátrico. Justamente en una parcela del predio que lo tuvo al Pontífice como protagonista de una jornada histórica cuando visitó Corrientes diez años antes de esa habilitación.
Pasaron casi 30 años de aquello y pese a los embates de algunas administraciones que buscaron borrar de la memoria ciudadana toda esa historia, que los actores de aquello, los niños que se recuperaron y los padres que encontraron el alivio para sus hijos, que el recuerdo y ese blasón identitario de una impronta para un vivir mejor perduran.
Construirlo fue casi titánico, inaugurarlo un símbolo de gestión, y su proyección en el tiempo un ejemplo de esa impronta que gobernó Corrientes hace 30 años.s

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