La actriz Alejandra Flechner, que acaba de pasar por Mar del Plata con la hilarante y excéntrica comedia de Gonzalo Demaría «Tarascones» y que sigue con expectativas el recorrido internacional de «Argentina, 1985», nominada a los Oscar y donde interpreta a la esposa del fiscal Julio Strassera, aseguró que lo importante de la película es que «generó una conversación con acuerdos y desacuerdos, con resonancia en el presente».«La película generó una conversación, con acuerdos, desacuerdos, no importa, pero tuvo sin dudas una resonancia en el presente y se actualiza de manera impresionante. Por eso pegó en todo el mundo», sostuvo sobre el filme que este fin de semana ganó el premio Goya al Mejor Filme Iberoamericano y que continúa su carrera en los Oscar, donde está nominada como Mejor Filme Internacional.
Tráiler de «Argentina 1985».
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Hablando sobre teatro y la actual temporada marplatense, adonde trajo para ocho funciones «Tarascones» junto a sus compañeras de elenco Paola Barrientos, Eugenia Guerty y Susana Pampín, Flechner hizo una férrea defensa del acontecimiento presencial, criticó los servicios de streaming y aseguró que nota en el público «una necesidad de salir y volver a compartir rituales colectivos».
Télam: ¿Qué desafíos te genera seguir presentando «Tarascones»?
Alejandra Flechner: Hay un nivel de juego en este espectáculo que no muere, algo de estar vivo. El teatro es repetición y me encanta, podemos repetir 700 veces la misma letra y siempre es algo nuevo. Trabajar con mis compañeras es como jugar un partido de fútbol, en la obra hay juego, goles, pases de pelota. No es estar sola haciendo jueguitos, es armar la jugada. Se va disparatando de una manera que el público no lo puede creer. En el show comemos sandwiches de miga y tomamos Campari. Nos dimos cuenta que cada vez tomamos más. Empezamos con un poquito y hoy nos bajamos una botella entera por función.
-¿Hay un público de comedia negra o se lo tuvieron que ganar?
– Es un show que nos permite girar y encontrarnos con un público hermoso, llegamos una vez a un centro cultural de Misiones y había unos grupitos de amigos tomando tereré y estallando de risa, vivían la obra con nosotras. La gente agradece encontrarse con una creación que no está basada en el protagonismo ni en la estrella de nadie. Logra una llegada tipo antibiótico de amplio espectro, a donde va, entra. Y eso lo entendimos viajando por todo el país. También hicimos el espectáculo en la cárcel, en la Unidad 47, una de las experencias más alucinantes de mi vida. Creo que el material se mete con todos los prejuicios, las homofobias y el racismo. Y te hace verte en espejo; o te hacés cargo o te parece que está bien. Tiene un poco de sátira para vivir épocas tan complejas.
-¿Cómo estás viendo esta temporada en relación con la repercusión que tienen las obras, la propuesta artística general y la respuesta del público?
-En Mar del Plata hicimos una semanita en enero y otra en febrero pero tengo muchas amigas y amigos que están trabajando en la temporada y creo que la cosa está más o menos como está todo, con falta de guita en el bolsillo. Lo mismo veo que pasa en Buenos Aires, donde hay dos espectáculos que siempre llenan y los otros hacen lo que pueden. Si está peludo ir a la verdulería, más peludo va a estar ir al teatro.
-¿Cuál es para vos la particularidad o el encanto de hacer temporada en verano con el público de vacaciones?
– Me encanta el plan de venir a Mar del Plata, creo que vine como 15 veces, la primera vez llegamos con las «Gambas al ajillo» y fue un fracaso total, viajamos en tren cargando la escenografía, hicimos las fechas en un pub y no vino ni una sola persona. Tuvimos que pedir plata prestada para volver, eso habla de mi espíritu independiente. Después pudimos volver a hacero en el teatro Colón y nos fue increíble, también hice acá «El método Grönholm», actuamos con Enrique Pinti y tuvimos muchísimas temporadas de «Confesiones de mujeres de 30». He tenido experiencias de reventar las plateas y otras de volver con una mano adelante y otra atrás, pero básicamente soy muy amante de lo que hago y sé que es complejo. No es fácil sostenerse, que te vaya bien y bancarla.
-¿Creés que después de la pandemia la relación del público con el teatro cambió?
– Creo que se recuperó. Decían que el streaming había llegado para quedarse y, nada que ver, por suerte ya se fue. Llegó para irse. El teatro no puede ser «presencial o no presencial», el teatro es teatro e incluye los cuerpos de los que están arriba del escenario y los que están abajo. La gente valoró mucho volver a salir, Mar del Plata parece Tokio. Hay una necesidad de salir y volver a compartir rituales colectivos.
-¿Cómo compusiste tu papel en Argentina, 1985, donde personificás a la esposa del fiscal Julio César Strassera?
– Para hacer una película sobre la historia tenés que pararte en un trabajo sólido de archivo y documentación, de campo e investigación, que se tiene que hacer fundamentalmente para escribir el guion. Nadie puede hacer una película sobre el Juicio a las Juntas sin investigarlo a fondo. Y tengo que decir que el guion de Santiago Mitre y Mariano Llinás es brillante, desde la primera vez que lo tuve quedé fascinada, te dabas cuenta que había un trabajo enorme por ejemplo para elegir los tres testimonios que salen, porque para quedarse con esos tuvieron que leerlos a todos. Si alguien quiere hacer una película de esta temática sin tomárselo de esta manera es un boludo o un irresponsable.
-¿Se dieron cuenta que estaban haciendo una película que pasaría a la historia?
– Es algo que nadie se lo podía imaginar. Hacer cine no es algo que tiene una progresión, donde podés armar una lectura de situaciones. La primera semana de rodaje por ahí hacés el final de la película o una parte de la mitad, rara vez el comienzo. Yo hacía las escenas de la familia sin saber qué estaban filmando en la fiscalía. Sentíamos que había algo que estaba bueno de lo que estaba pasando ahí pero respecto a lo que iba a suceder ninguno lo sabía. El cine es muy fragmentado, el único que tiene la película completa en la cabeza es el director. El cine es una maquinaria y al momento de hacerlo es muy difícil de imaginar qué carajo va a resultar de todo eso. El montaje también fue fundamental, creo que es el corazón de «1985». Lo que pasó después del estreno estoy segura que estaba fuera de la imaginación de todos, incluso de Santiago y Ricardo. Fue un acontecimiento social.
– Tu hijo tiene casi la misma edad que vos en 1985.
– Mi hijo tiene 19 y yo viví la dictadura siendo adolescente. Tengo historias personales, vengo de una familia muy politizada que sabía todo lo que sucedía, y de pronto me encontré compartiendo anécdotas con él que nunca le había contado. La película generó una conversación, con acuerdos, desacuerdos, no importa, pero tuvo sin dudas una resonancia en el presente y se actualiza de manera impresionante. Por eso pegó en todo el mundo.
-¿Qué tipo de conversaciones generó la película?
-Es una gran conversación transversal con otros hechos como los avances de la ultraderecha y los discursos de odio. Vivimos en un mundo muy choto y desigual, con populismos de derecha y sistemas democráticos que se tienen que aggiornar para que el poder no lo sigan teniendo los mismos. Soy de las que creen que el pasado alumbra al presente pero el presente vuelve a iluminar el pasado. Es una locura para los jóvenes de hoy ver a esos fiscalitos pudiendo meter baza. El mensaje que deja es que hay que dar las peleas.